Mi Fantasía Transexual

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El follamigo de Abella

Mi fantasía, 1ª parte

Me llamó Eneas, tengo 27 años. Ésta es mi fantasía en mi papel de Alicia: transformada para perder la virginidad femenina en manos de dos machos que me usen y humillen convertida en mujer.
Es miércoles a las 5pm, estoy llegando al motel. Estaciono el auto, tengo un vacío en el estómago y las manos me tiemblan de nervios. Sé que en el Bar del motel me están esperando Braulio y su hijo Rubén. Hace unas semanas los contacté por Internet y después de varias charlas e intercambios de fotos y fantasías, decidí que sean ellos quienes estrenen mi lado femenino.
Apago el auto, tomo la maleta con mis ropas femeninas y subo las escaleras rumbo a la recepción, las piernas también me tiemblan. Pido una habitación y pago en efectivo. Llego al Bar, sólo hay cuatro parejas, así que los identifico de inmediato. No me mintió Braulio, hombre maduro de 54 años, robusto y grueso sin llegar a ser gordo, un poco calvo, pero varonil; su hijo (o hijastro) unos 23 años, fuerte, no muy alto, con el pelo corto y cara de perverso. Me ven y me llaman. “Ven para acá Alicia, aunque te vistas de hombre sé que quieres nuestras vergas”, me grita el hijastro, para que todos lo oigan. Los pocos que están en el Bar me voltean a ver, me siento humillada y excitada. Me encanta darme cuenta que empiezo a pensar en mí en femenino y ya no en masculino.
Tomo asiento en la mesita con ellos y, sin siquiera saludarme, Braulio me dice “no te queremos ver así putita,… no nos gustas con tu ropa de hombre, sube a transformarte y avísanos cuando estés lista”. Me levanto y su hijo me da una palmada en las nalgas y, otra vez, en voz alta, me dice “ya quiero gozar de ese culito virgen” y todos lo oyen. Ya no me siento tan avergonzada, por el contrario siento que empiezo a entrar en mi papel de mujer que va a ser gozada por dos machos. Rubén me acompaña al cuarto para traerse la llave y que él y su padrastro suban sin problema cuando yo esté lista para ellos.
En el elevador Rubén me toma de la cintura, me da la vuelta y me aprieta contra una de las paredes, me desliza la mano por en medio de las piernas y me dice “pronto tu ano va a estar abierto y escurriendo semen”; toma mi mano y la jala para que toque su pene, le tallo la verga por encima del pantalón y le digo “hazme lo que quieras”. Me gusta que sea más bajito y joven que yo, me siento más dominada, usada y humillada.
Caminamos por un largo corredor, abro la puerta de la habitación y, antes de entrar al cuarto, otra vez le aprieto y acaricio la verga a Rubén por encima de la ropa. Cierro la puerta.
Vengo completamente depilada, pasé toda la tarde de ayer rasurándome, abro la maleta, guardo mi ropa de Eneas, y saco la ropa para transformarme en Alicia. Me unto de crema con brillantina generosamente, la piel con pequeños y coquetos cristales me ayuda a verme más femenina. Me pongo medias negras, con liguero, una pantaleta de encaje negro y rosa que levanta mis nalgas y me deja apretar muy bien mi pene para que no se vea. Un sostén también negro de encaje rosa que da forma a mis pechos y, claro, me pinto los labios. La peluca de pelo lacio hasta el hombro. Me maquillo de forma ligeramente escandalosa, para verme más femenina y “dispuesta”. Las pestañas postizas me encantan, me pongo las uñas de gel, aretes de imán, una pulsera y collar. Saco el lubricante y pongo unas gotas en mi ano. Me pongo los zapatos de tacón alto que Braulio me pidió en sus mensajes de texto cuando arreglábamos la cita. Estoy lista, les mando un mensaje por celular.
Pasan tres minutos que me parecen eternos y por fin la puerta se abre. Braulio, pasa primero, su hijo viene atrás. Me dicen “hola perrita, ¿lista para probar verga y tomar semen?”. No digo palabra, solo muevo la cabeza asintiendo.
Me toman de la mano, me hacen caminar y posar para ellos moviendo la cadera y abriéndome las nalgas. Mientras camino, Rubén se frota las manos y Braulio se pasa la lengua por los labios. Ellos también están listos para cogerme, sus erecciones se notan a través del pantalón. Me hacen arrodillarme frente a ellos y los dos sacan sus miembros, son buenas vergas, no muy grandes pero gruesas, las acaricio con las manos y Braulio lleva la suya a mi boca. Es mi primera verga. La recorro con mi lengua y la saboreo. Rubén es más impaciente, me doy cuenta que él va a ser quien me maltrate y humille más, y me gusta la idea.
Mientras tenía en mi boca la verga de Braulio, Rubén se ha quitado la ropa y está totalmente desnudo, me jala del pelo y me mete de un golpe su pene en la boca; siento que me ahogo pero Rubén no me suelta mientras me dice “come verga, come verga, putita de mierda”. Me toma del cuello y siento como su polla empieza a ponerse bien dura en mi boca, logro zafarme y me lleva a que le lama los güevos, lo obedezco sin titubear. Ya me siento lista para ser hembra, ya despertó totalmente la mujer que llevo dentro.
“Don Braulio”, porque así me pide que le diga mientras me toma del cuello, no ha perdido el tiempo y ya está totalmente desnudo también, se sienta en la cama y me arrodilla entre sus piernas, mientras me hace que le lama la verga desde abajo hasta su punta, que ya está sacando líquidos deliciosos. Rubén se acerca por atrás y me jala las piernas, quedo a gatas mamando la verga de Don Braulio, mientras Rubén me abre las nalgas. Las jala y las abre, me mete un dedo y me ensaliva. Yo sé lo que viene y mi pene tiene una erección de la excitación y succiono más fuerte la deliciosa herramienta de Don Braulio.
Rubén pone la punta de su miembro en la entrada de mi ano, mientras con sus manos me abre las nalgas todo lo que puede. “Ahora sí Alicia, te voy a partir en dos, no sabes cuantas puñetas me he hecho estos días pensando en ti”. “No”, dice Don Braulio, “esta hembrita es mía, su flor anal es para mí”. De mala gana Rubén obedece y me talla su verga contra las nalgas y mete su mano en mi brassier y me pellizca los pezones mientras me insulta y me dice cosas al oído sobre cómo me va a coger una vez que su padrastro me desvirgue.
Don Braulio se pone de pie, me levante y me dice, “ahora sí Alicia, tiempo de ser hembrita”. Me acuesta boca arriba en la cama y se coloca sobre mí. Me besa el cuello y me muerde los pezones. Abre mis piernas, le pide a Rubén lubricante y él se lo pasa. Echa lubricante en sus dedos, busca mi ano y empieza a meterlos lentamente. Me dedea poco a poco, mi ano se abre rápido, ya que desde esa mañana lo había estado dilatando con juguetes. Braulio se da cuenta que vengo lista y me dice “así me gusta, que vengas ya abiertita para que te la meta sin piedad”. Me asusto un poco con su comentario, y quiero cerrar las piernas, pero él con mano firme me las abre, dobla mis rodillas y se prepara para montarme.
Siento que su pene se coloca en mi ano y empieza a empujar, despacio, despacio, mientras me dice “tranquila, te va a gustar, yo tengo experiencia con putitas primerizas como tú”. Poco a poco siento como la cabeza de la verga entra y después el resto del tronco se desliza con más facilidad. Firme pero suavemente siento como los güevos de Don Braulio pegan en mis nalgas ¡Ya la tengo toda adentro! Braulio empieza entonces a moverse dentro de mi. Siento como mi cuerpo se abre para recibir ese pene y como el dolor empieza a dar paso a esa sensación que hasta ese momento sólo había gozado cuando te metes un vibrador grande que te llena totalmente.
Empiezo a gemir y mi pene a ponerse duro, Don Braulio se da cuenta y me dice, bueno hembrita, “ahora sí, se acabó el caballero, va a empezar a cogerte un macho”. En ese instante Rubén que ya está sobre la cama sujeta fuertemente mis brazos contra el colchón y Braulio empieza a darme verga con toda su fuerza. El dolor es intenso y Braulio me dice “ahora soy tu amo, toma verga, ábrete putita, recíbela hasta el fondo”. Cada embestida es como si un toro me atropellara, siento su verga hasta adentro. Rubén sin soltar mis muñecas me mete su verga en la boca y me dice “mámala, mámala”. Me tienen así unos minutos eternos, Don Braulio dándome duro ya con mis piernas en sus hombros y Rubén tomándome del cuello metiéndome su pene hasta el fondo de la garganta. Yo ya me abandono a ellos. Ahora soy su muñeca de trapo y pueden hacerme lo que quieran.
Don Braulio empieza a embestir más fuerte, siento que va a terminar y entonces se detiene. Es el turno de Rubén para penetrar mis entrañas. Rubén me pone a gatas, hace que incline la cabeza hasta pegarla al colchón para que mi culo esté más abierto y apuntando hacia arriba, y entonces de un solo empujón me la mete toda. Quiero gritar, pero sólo muerdo las sábanas. Me penetra sin piedad, la mete y la saca completita cada vez, y su pelvis golpea mis caderas. Luego me agarra de la cintura y me penetra frenéticamente jalándome hacia su pene. Lo siento sudar y sus gotas caer en mi espalda. Me insulta, me jala el pelo, y yo empiezo sin darme cuenta a balbucear “así, más, más duro, cógeme”. Rubén le dice, “ya ves papá, esto es lo que esta perra quiere, verga dura y ruda”.
Don Braulio se trepa en la cama, levanta mi cara, se pone frente a mí y empieza a cogerme por la boca. Mientras Rubén me da por atrás con toda su fuerza y su peso. Braulio abre mi boca, me sujeta de los dos lados de la cabeza y penetra mi boca como si fuera un hoyo más, “te gusta que te cojan por la boca perra, verdad”. Yo ya no puedo decir nada, mis sentidos están saturados. Rubén me da la vuelta y ahora con mis piernas en sus hombros bien en alto, me vuelve a penetrar, empiezo a sentir una sensación que me marea en el cuerpo y empiezo a sacudirme.
Rubén me sigue dando verga y Braulio se coloca al lado de su hijo y empiezan a tomar turnos. Rubén me da una, dos, tres veces, y le pasa mis piernas a Don Braulio para que haga lo mismo con mis nalgas y mi culo. Me tiene a sí un buen rato, haciendo competencia entre ellos para ver quien me da más duro y quien me deja el ano más abierto después de cada “bombeada”. Me la meten a placer por turnos y luego entre los dos me levantan más las piernas casi doblándome en dos para ver que tan dilatado está mi ano.
Así, en esa competencia por partirme en dos, siento que mi cuerpo convulsiona y Rubén me da más duro y más rápido y me hace terminar a base de pura penetración. Mi semen me cae en mi propio pecho y yo me siento entre ondas de placer y confusión. Don Braulio dice “mira esta hembra sí goza la verga; sabe venirse con puro tubo por el culo”. Rubén me embarra mi propio semen en la cara y me obliga a probarlo, yo lo lamo de sus manos y le digo “lo que quieras, lo que tú ordenes” y le chupo los dedos.
Ahora me bajan de la cama, me jalan, porque ya no puedo ponerme de pie, mis piernas no responden. Ponen mi cabeza en el piso alfombrado y mis nalgas recargándose en el filo de la cama. Así, con las nalgas y el ano al aire y yo recargado con mi cabeza y hombros en el piso, empieza de nuevo la sesión de penetración. Pero esta vez alternan entre mi boca y mi ano. Braulio me penetra y luego me lleva directo su pene a la boca, yo lo limpio con desesperación. Esas vergas me tienen hipnotizada. Siento que estoy viviendo todas mis fantasías al mismo tiempo y no quiero que paren.
Yo no puedo hablar, solo gemir y decir “más, más”, decir sí a lo que me pidan. Me penetran y llevan su pene a mi boca, de mi ano directo a mis labios y yo sólo obedezco. Soy de ellos. Su juguete, un pedazo de carne al que pueden torcer o doblar como quieran. Del ano a mi boca y de mi boca al ano, lo disfruto. De pronto siento como Don Braulio empieza a meter un dedo en mi culo, luego dos, tres… cuatro. Y le dice a Rubén “está lista la muchacha, o diríamos la hembra en celo, porque de verdad que ha comido verga como las grandes”.
No entiendo para que dicen que ya estoy lista, pero no me importa.
Me cargan entre los dos y me suben a la cama. Don Braulio se acuesta boca arriba, y me pide que lo monte. Lo monto con su verga bien metida en mi ano. Lo cabalgo unos segundos mientras el aprieta mis nalgas y Rubén de pie, también arriba de la cama, me mete la verga en la boca. Estamos así unos 10 bombeos y Rubén se coloca atrás de mí. Siento como empieza a rozar mi espalda con su verga y la dirige hacia mi ano, que para ese momento ya es un agujero que recibe penetraciones sin resistencia. Entre el placer y el cansancio me doy cuenta de lo que va a pasar: ¡Me van a hacer una doble penetración anal!
Empiezo a sentir como el pene de Rubén busca entrar en mi ano junto con el de Don Braulio, y en vez de resistirme, sólo abrazo fuerte a don Braulio, me pego su cuello, como buscando fuerzas. Al estar abrazando a don Braulio me doy cuenta que le he manchado el cuello con rimel y maquillaje. Levanto la vista y el espejo de la cabecera de la cama me da una imagen maravillosa: Yo con el pelo todo revuelto, las medias rasgadas, la cara con restos de semen, el maquillaje corrido y al fondo mis nalgas abiertas por las manos de Rubén y su pene buscando convertirse en una verga que se junte con la de Don Braulio y me abra en dos. Empieza la doble penetración anal y el dolor y el placer me desquician, siento como el pene de Rubén se endurece y se une al de Don Braulio y empiezan a bombearme sin compasión. La sensación es enloquecedora, me muerdo la mano y la almohada para que mi grito no se escuche en todo el motel. Siento que desfallezco, todo da vueltas.
Entre nubes y momentos de semiinconsciencia siento como me siguen bombeando, como Rubén me mete sus dedos, como me bajan a la alfombra y me cogen como quieren. Todo es borroso. Me llevan al sillón, Rubén se sienta y a mí me sientan sobre la verga de Rubén y don Braulio me embiste de frente, con mis piernas en sus hombros, dándome una nueva sesión de doble anal que me parece eterna. Al final Rubén me abraza y me levanta mientras su pene me parte en dos. Don Braulio me pone a gatas y me da con furia mientras me dice “come tubo, perra golosa”. Ya no siento nada, su pene se desliza dentro de mí, pero mi ano ya no lo aprieta, estoy abierta totalmente. Todo es confuso y delicioso. Ya perdí la noción del tiempo.
La conciencia regresa a mí cuando me llevan a la regadera y el agua tibia cae en mi cuerpo, apenas abro los ojos, cuando siento que me secan bruscamente con una toalla. Estoy hincada en la regadera con las medias y mi sostén, y entonces empieza esa deliciosa lluvia de semen en la cara. Primero Rubén que me llena los labios y me unta su semen en los parpados. Luego Don Braulio que me hace poner las manos como si fuera a recibir una bendición y vacía su leche en mis palmas para luego pedirme que me unte su semen en la cara y el pecho. Lo obedezco sin titubear. Han terminado conmigo.
Don Braulio me da un beso volado y se despide diciéndome “ya eres una mujer bien puta, hoy te graduaste de zorra”. Rubén me pone su pene flácido en la boca y me dice “bésala porque esta verga ahora es tu nuevo amo” y me dice, “de verdad que aguantas tubo, ya te compartiré con mis amigos”.
Se visten y salen cerrando la puerta. Oigo sus carcajadas y voces estridentes en el pasillo. Me quedo así en la regadera exhausta, con el ano abierto de par en par, las piernas doloridas, la cara llena de semen y los labios con sabor a hombre. Sonrío, ya soy una hembra.

Mi fantasía, 2ª parte

“Toma perra, toma toda mi verga”, me decía Rubén mientras me tenía hincada en la alfombra con las manos atadas a la pata de la cama y me dejaba ir todo su miembro de un solo golpe cada vez que entraba en mi ano. Yo estaba bañada en sudor, con las medias estiradas, el pelo desordenado y el rimel escurriendo por mi ojos, completamente sometida a este joven, unos 5 años menor que yo, más bajo en estatura, alguien a quien en la calle en mi vida normal no hubiera volteado ni a ver, pero que en mi vida paralela me había ordenado que me transformara de Eneas, el heterosexual de día, a Alicia, la putita travesti de closet que él trataba como juguete.
Rubén y su padrastro Braulio, me habían estrenado como hembra hacía unas 3 semanas. Me habían cogido tan fuerte que, a pesar de haber sido lo que yo quería y había fantaseado toda mi vida, es decir, que en mi primera experiencia como mujercita fuera humillada y ultrajada, usada por dos machos; la verdad es que me había quedado un poco temerosa de repetir algo tan fuerte. Por esa razón, había decidido no volver a buscar a Braulio ni a su hijastro por un tiempo.
Sin embargo, eventualmente sucumbí a la tentación. Marque al celular de Don Braulio varias veces (me encanta decirle Don Braulio, lo siento más varonil de su parte y más femenino y sumiso de la mía), pero no me contestaba. Marque varias veces a lo largo de dos días y por fin alguien me contestó, era su hijastro. “Hola, quién habla…” se escuchó en el teléfono “soy yo, Alicia..” dije con voz temerosa y afeminada… “hola putita” me dijo “¿cómo has estado?… ya te habías tardado… ¿ya se te curó el culo de la cogida que te pusimos?…” No le contesté… le dije “¿está tu padre por ahí?”… al parecer le molestó mi pregunta porque me dijo… “sí, pero no te lo voy a pasar, me debes una cogida a mí y sólo a mí…” Yo estaba pensando en colgar cuando Don Braulio tomó el teléfono… “hola Eneas me dijo… ¿ya otra vez quieres ser Alicia?” Me preguntó… “Sí Don Braulio” le contesté” con la voz más sumisa que pude hacer… “Pues si quieres probar verga de nuevo, primero tendrás que cumplirle el caprichito a mi hijo..” me dijo y me colgó.
Lo pensé un par de horas y marqué. Rubén me contestó y me dijo, “ya viste, puede más tu calentura que tu orgullo” y procedió a darme sus instrucciones. Me ordenó que fuera completamente rasurada, ni un solo vello me dijo… “No quiero que lleves peluca ni joyas como la otra vez, sólo quiero que te pintes los labios y los ojos; no quiero sostén, para poder jalar y torturar tus pezones… lleva sólo medias de encaje con liguero, no quiero que lleves pantaleta, quiero ver tu pene moviéndose de un lado al otro mientras mi verga te parte en dos”.
Dos días después estaba yo en el cuarto del motel esperándolo, con mi liguero y medias como única ropa, los labios de rojo oscuro, los ojos maquillados y las pestañas alargadas, totalmente rasurada. Recibí un mensaje por celular: “ya llegué al hotel, cuál es el número de cuarto? Atte. Tu macho”… le contesté “107”. Esperé unos minutos y Rubén tocó a la puerta. Venía sólo, con jeans y playera blanca, traía una bolsa negra con una botella de lubricante. Entró al cuarto, cerró la puerta y en el pasillo de entrada me tomó del cuello, me dio la vuelta, me aplastó contra la pared y me abrió las piernas por atrás. Me dio unas nalgadas, con sus manos rasposas me acarició el pecho y me apretó los pezones muy fuerte. Para mi sorpresa desde atrás de mis nalgas deslizó su brazo y agarró también mi miembro y me lo apretó mientras me decía al oído “pobre pito de puta, que hoy sólo se va a mover de un lado al otro mientras la verga de tu macho te abre el ano en canal”. Cuando terminó de manosearme contra la pared yo ya estaba a mil, pidiendo que este joven arrogante me hiciera lo que quisiera.
Se quitó el pantalón y se sentó en la orilla de la cama, me hizo ir gateando hacia él y empecé a mamar su miembro, que no era muy largo, pero sí grueso. Me dijo que le lamiera muy bien los güevos y que recorriera su verga desde la base hasta la punta. Yo seguí sus órdenes y empecé a succionar su verga. Me tuvo así unos diez minutos, a veces él relajado tirado de espaldas en la cama y a veces tomándome del cabello y metiéndome su verga bien hondo mientras me insultaba y recordaba que era su juguete.
De pronto, para mí sorpresa, llamó a la recepción del motel y pidió que le subieran una bebida, yo intenté protestar o preguntar qué haría yo cuando llegaran, él sólo llevo su dedo a la boca y me dijo “silencio, sigue mamándome la verga”.
Yo seguí lamiendo su pene y su cuerpo, luego me pidió que subiera a la cama, así mientras yo mamaba su verga el empezó a meter sus dedos en mi ano. Tocaron a la puerta, yo quise esconderme en el baño, pero el presionó mi cabeza fuerte contra su pene que estaba dentro de mi boca y me dijo “tú sigue comiendo verga, quiero que vean que puta desvergonzada eres”.
“Pase” dijo Braulio “la puerta no tiene seguro”. Entró un joven con una charola y de entrada al vernos dijo “perdón, le dejo si quiere todo afuera” con voz apenada. Rubén le contestó “no, hombre, pasa, a esta perra que tengo aquí no le molesta que la vean mientras atiende a su macho”. En ese momento entendí por qué el maldito de Rubén me había pedido que no llevara peluca ni me transformara mucho, y también por qué había pedido que no llevara pantaleta para que mi pene no se pudiera esconder. El desgraciado había planeado esta situación y quería que el camarero se diera cuenta que este jovencito tenía a un hombre transformadito en su puta, su perra, rogándole que lo cogieran, además si este chavo me veía salir del hotel sin duda podría reconocerme. Así, hundí mi cabeza y lamí más fuerte con vergüenza y excitación.
Sin embargo, Rubén fue todavía más atrevido y le dijo al chavo, que debe haber sido de su edad “qué onda cuate, se te antoja que te la chupe un poco”… el joven titubeo y luego dijo “pues no estaría mal”. Yo quería salir corriendo, pero en ese instante Rubén me tomó del cabello y jalándome fuerte me dijo “ya oíste, párate y posa para nosotros y luego se la mamas”. Me pusieron de pie y tuve que posar para ellos, caminando moviendo la cadera, agachándome para mostrar las nalgas. Incluso me hicieron masturbarme para ellos acariciándome el pene con las manos, mientras tenía los muslos colgando de los descansabrazos de un sillón y ellos me insultaban.
Para mi vergüenza a lo largo de toda esa sesión humillante mi pene estaba bien erecto y listo para estallar. Cuando se aburrieron de burlarse así, el jovencito se acercó, abrió su pantalón y me hizo que le mamara la verga. Yo no opuse resistencia, estaba entre excitada y resignada. Empecé a mamar y pronto, en unos segundos, sentí su leche vaciándose en mi boca, intenté alejarme, pero me hizo tragar todo. Cuando se aseguró que había lamido todo y me hizo limpiar su miembro, se subió el pantalón y le dijo a Rubén, “que buena hembra tienes aquí”. Rubén no dejaba de aplaudir y reírse.
En cuanto se fue el joven, Rubén fue al baño, tomó una toalla y la rompió a lo largo, haciendo una especie de cuerda y con ella ató mis manos y me hizo tirarme en la alfombra para amarrar mis dos manos a una de las patas de la cama. Cuando ya estuve bien amarrada me dijo “levanta las rodillas”. Así con la cara pegada al piso, las manos atadas, las rodillas abiertas y el culo levantado en el aire, sentí como Rubén abrió mis nalgas y empezó a aplicarme lubricante. Pronto sentí su pene duro tallándome la espalda y sin previo aviso me dejó ir toda su verga de un golpe. Yo grité, pero el bombeo de la verga era tan fuerte y rápido que pronto preferí morderme los labios. Fue increíble, Rubén me estaba dando tan duro y tan rápido que no podía ni siquiera hablar sin que mis palabras fueran entrecortadas, yo berreaba de dolor y de placer.
Se detuvo un momento y yo ya tenía mi ano muy abierto, entonces sentí como vaciaba lubricante dentro de mi recto, que estaba abierto de par en par y empezó a meter su mano. Dos, tres y hasta cuatro dedos, me metía casi toda su mano sin piedad, movía sus dedos adentro y yo estaba desquiciada de la sensación que era muy intensa. Mi pene estaba erecto y con su otra mano Rubén lo tomó y empezó a masturbarme, fue brusco pero me hizo terminar en unos segundos.
Se me corrió el rimel y mi pelo estaba todo desordenado. Después de eso, volvió a penetrarme más fuerte y mientras tenía su verga adentro, también metía algunos dedos de su mano. Yo sentía que en cualquier momento me iba a partir en dos. Así me tuvo un largo rato, con su verga y sus dedos entrando en mi ano al mismo tiempo, dilatando mi esfínter al máximo, yo mordía la alfombra y las lágrimas de dolor y disfrute corrían por mis mejillas. De pronto empecé a sentir que Rubén jadeada y en un instante sentí su leche derramándose en mis intestinos, terminó dentro de mí y se quedó quieto mientras su verga se ponía flácida. Poco a poco su miembro se salió de mi ano y entonces me dio una nalgada y me dijo, “listo, yo ya acabé contigo, ahora sí ya puedes pedirle a mi padre que te atendamos juntos”.
Me dejó amarrada, empapada en sudor y me dejé caer completamente en el piso. Sentía mis nalgas arder de tantos manazos que me había dado, mi ano lo sentía abierto completamente. Me imagino que dormité un poco, porque de pronto Rubén me dijo “ya me voy”, y se veía que se había dado un regaderazo. Me dio una nalgada final, me lanzó una mirada burlona y me dijo “Hay Eneas, de verdad que eres una gran perra, de verdad que la verga es lo tuyo, eres un buen juguete sexual… mi travesti Alicia”. Caminó hacia la puerta y salió del cuarto. Yo me decidí a quedarme así un rato tirada en la alfombra para disfrutar y saborear todo el ultraje del que acababa de ser objeto.
Entre sueños oí que tocaban la puerta y cuando desperté vi que estaban entrando al cuarto el camarero que hacia un rato había terminado en mi boca, pero esta vez traía un amigo, los dos estaban asombrados de verme con las medias de encaje negras llenas de lubricante y salpicadas de semen, al tiempo que de mi ano la leche de Rubén seguía escurriendo y se goteaba hacia mis nalgas rasguñadas.
Yo me sentía tan puta y sucia que los voltee a ver y les dije “¿que nunca habían visto a una putita bien cogida?”. Los dos jóvenes se acercaron y se les veía entre tímidos y decididos y me dijeron “te queremos coger… los dos”. Yo no dije nada, me solté las manos, me puse de pie. Los dos deberían medir 1.60 metros, delgados, yo con mi 1.80 de estatura los veía para abajo. Se veía que no sabían qué hacer, así que me acosté boca arriba en la cama, levante mis piernas al aire mostrándoles mis nalgas y mi ano dilatado y les dije “vengan, cójanme, soy suya”.
El primero se subió a la cama con su pene ya bien erecto y de tamaño mediano, puso mis piernas en sus hombros, buscó mi ano y empezó a bombearme. La sensación era deliciosa, mi ano estaba tan dilatado y lleno de lubricantes y fluidos que disfrutaba cada penetración al máximo. El otro también se subió a la cama y mientras su amigo me penetraba me llevó su pene a la boca. Me lo puso enfrente y yo le lamía los güevos y la cabeza de su verga, mientras con mi mano acariciaba su tronco. El que me penetraba pronto empezó a jadear y su amigo le dijo “no te vayas a venir adentro de este travesti, porque yo también me la quiero coger”, el amigo se salió y terminó encima de mí. Fue una gran eyaculación, me salpicó hasta la cara y me embarré con mis manos su semen en todo mi abdomen y pecho, nunca había visto tanto semen salir al mismo tiempo.
El otro sacó su pene de mi boca, me dio la vuelta, me puso en cuatro patas y me empezó a penetrar. Este jovencito era más rudo, me daba fuerte y me jalaba el pelo. La sensación de nuevo era muy rica, estaba descubriendo que no hay nada mejor que coger después de que te han reventado el culo, todo se deslizaba tan rico. Me cambiaron de posición, el que me estaba penetrando se puso boca arriba en la cama y me dijo “móntame princesa”, me encantó que me dijera “princesa” y me monté enseguida encima de él, me puse en cuclillas y él me daba hasta el fondo. Después de unos minutos de estarlo cabalgando me dijo “ya voy a acabar, pon tu boca mi amor”, saque su pene de mi ano y me lo llevé a la boca y recibí una buena descarga de leche en mis labios. Me gustó mucho que me dijera “mi amor” y de premio le lamí bien su verga y sus testículos hasta que quedaron limpiecitos. Seguí lamiendo su miembro hasta que estuvo totalmente flácido entre mis manos. Tan pronto acabaron los dos se pusieron la ropa y se fueron sin decir nada, ni sus nombres supe, ni ellos preguntaron mi nombre de mujer.
Era increíble, era apenas mi segunda sesión transformada en mujer como travesti de closet y ya había probado el semen de 4 hombres: Don Braulio, Rubén y ahora estos dos jóvenes meseros del motel.
Me vi al espejo, mi cuerpo estaba lleno de magullones, los muslos rojos, la cara llena de rimel escurrido, el ano abierto como un túnel… me metí a bañar y en la regadera me masturbé pensando en todo lo que me habían hecho. Bajé al estacionamiento, vi los muchachos en el vestidor del motel, me dio un poco de vergüenza, aceleré el paso y me fui a casa.
Mi fantasía, 3ª parte
Una semana después del encuentro con Braulio, un miércoles a media mañana, recibí un mensaje de texto en el celular: “Eneas… o mejor dicho Alicia, como ya le cumpliste el caprichito a mi hijo de dejarlo que te ultrajara a su antojo, ahora sí tienes derecho a volver a disfrutar de mi pene, márcame, tu amo, Braulio”. Enseguida le marqué. “Don Braulio” (como me gustaba decirle al hombre que me hizo mujer por primera vez)…“Don Braulio, cómo está” le dije con la voz más suave que pude “dígame en qué puedo complacerlo”…. “Hola mi mujercita con pene”… me contestó… “ya quiero gozarte de nuevo… además tengo un gran plan para ti… te voy a mandar una dirección… es la de mi taller mecánico… te espero ahí pasado mañana a las 6pm, sin falta, más te vale que estés ahí o nunca más probaras mi leche en tu boca… no te preocupes por la ropa para que te transformes… yo ya te compré ropita de puta”… “ahí estaré Don Braulio”… le respondí”… “ven lubricada y dilatada… te vamos a partir en dos… ahora sí sabrás lo que es ser cogida”… “pero… Don Braulio…” titubeé “es una orden zorrita!!!”, me dijo subiendo la voz y colgó.

Me quedé temblando, en parte por excitación en parte por miedo. Don Braulio (ver relatos previos) y su hijo Rubén realmente me habían sometido a sesiones brutales de penetración anal, así que no imaginaba que sería para ellos “una verdadera cogida”. Esa noche no dormí, en parte por inquietud y temor, en parte masturbándome pensando en lo que me esperaba.
El viernes a las 5.50pm estaba ahí puntualita, efectivamente era un taller mecánico clásico: cortina de metal cerrada, color amarillo y negro, con su anuncio de Bardahl en la entrada. Me estacioné a dos cuadras, para que no vieran mi auto, lo que después resultó ser un error. Me bajé, llevaba jeans y una camisa polo de manga corta, iba vestido como el heterosexual que soy de día. Toqué una puerta de metal algo oxidada que parecía la entrada de servicio. Esperé unos segundo y me abrieron. Rubén abrió la puerta y me dijo “mírala puntualita”, me agarró del cuello, me obligó a agacharme y darle un beso a su pene por encima de su pantalón, mientras me decía “ya te está mi esperando mi miembro bien tieso para seguirte haciendo más grande el ano”. Después de tenerme unos segundos besando su miembro por encima de su pantalón, me hizo pasar al fondo del taller, que era una bodega mediana con herramientas en las paredes, una mesa de trabajo y el centro completamente despejado y de cemento. Ahí estaban ya Don Braulio y dos hombres más, igual que él, de entre 40 o 50 años, fuertes, no muy atléticos, pero varoniles. Uno, Ricardo, era casi de mi estatura, yo diría 1.80 metros un poco llenito, medio calvo igual que Braulio, con una pancita acorde a la edad. El otro más bajito, Tony, 1.70 más regordete pero con brazos muy fuertes y dedos y manos muy gruesas. Todos se veían sudorosos y de profesión similar a la de Braulio y su hijo.
Sin embargo, lo que más me hizo brincar el corazón fue que en el centro de la bodega, estaba Lucrecia, una chica delgada, de unos 25 años, de piel muy blanca. Estaba hincada con tan sólo una pantaleta de encaje negro y un sostén similar. Estaba masturbándose mientras los demás la veían y le decían “así zorrita, suéltate, ya todos te hemos probado y sabemos lo que te gusta”. Me sentí avergonzado y excitado de que hubiera una mujer ahí. Avergonzado porque era la primera vez que aparecería como travesti ante una mujer, y excitado por lo que podía hacerse con su vagina y mi ano en manos de cuatro machos rudos como los que se estaban preparando para disfrutarnos.
Al verme llegar Don Braulio grito “por fin señores, ya todos sabemos que Lucrecia va a ser el plato principal, pero aquí Eneas… perdón Alicia (dijo con tono burlón)… va a ser el postre… un postre mixto hombre y mujer… que sólo tiene un agujero, pero se lo vamos a dejar bien grande”… dicho eso me señaló una puerta pequeña al fondo de la bodega y me dijo en voz baja “ve y cámbiate perrita… allá está tu ropa para esta ocasión”.
Atravesé la bodega entre la mirada de Rubén, Ricardo y Tony. Entré al cuartito y ahí encontré lápiz labial, maquillaje para los ojos, unos aretes de presión y, la pieza principal de mi vestuario: un mallón de lencería, de cuerpo entero y encaje blanco. Había en el fondo del cuartito un espejo viejo y roto puesto como vestidor. Me puse el mallón de encaje que me cubría las piernas, de manga larga, sólo con aberturas en la posición de los senos y en la entrepierna, lo que dejaba abierto el acceso a mi ano para lo que vendría esa noche, y a mi pene que estaba erecto a más no poder. Una botella de lubricante estaba también al lado del espejo con una nota que decía “putita lubricada, vale por dos”.
Pensé que todos esperarían mi salida para iniciar, y que me recibirían con la excitante sesión de insultos y amenazas de ultraje, pero no fue así. Estaba poniéndome los aretes de presión cuando empecé a escuchar gemidos femeninos y gritos de… “más, dale más, pártela en dos… déjasela ir hasta el fondo”. Salí del cuarto completamente transformada en Alicia y me encontré con el espectáculo de Don Braulio acostado boca arriba en el piso de la bodega, mientras los otros tres sostenían a Lucrecia en el aire, con las piernas abiertas y la bajaban poco a poco sobre la verga de su macho. La subían y bajaban completamente, manoseándole los senos, que ya estaban rojos de tantos apretones y llevando la verga de Don Braulio directo hasta sus nalgas y el fondo de sus entrañas. Lucrecia se veía gozando y sufriendo de una penetración en la que ella no podía definir ni ritmo ni profundidad. Era una muñeca de trapo en manos de 4 gorilas.
Yo estaba disfrutando la escena cuando Tony me dijo… “por fin ya esta aquí nuestra mujercita de un solo agujero… ven acá puta y lámenos las vergas”… Así, mientras ellos seguían subiendo y bajando a Lucrecia sobre la verga de Braulio, yo empecé a lamer su penes. Iba de uno a otro, lamiendo bien sus testículos y limpiando los fluidos que les escurrían de las cabezas de sus vergas duras y brillosas. De pronto pararon y nos dijeron “ahora unos besos de nuestras zorras”… Lucrecia se acercó a besarme y yo le correspondí. Fue una sensación increíble porque me sentí mujer besando a otra mujer, una lesbiana hecha y derecha. Mientras nos besábamos Rubén y Ricardo metían sus penes entre nuestras bocas y los lamíamos y chupábamos, cruzando nuestras lenguas con sus miembros e intercambiando fluidos. Tony y Don Braulio, mientras tanto empezaron a introducir sus dedos en nuestros orificios sexuales. En mi caso metían sus dedos en mi ano y a Lucrecia le reventaban la vagina con dos o tres dedos de cada mano al mismo tiempo. Se veía que mi compañera ya estaba bien entrenada, porque su cara era de enorme placer. Así estuvimos un rato, nos cambiaban de pene, llegaban profundo a nuestras gargantas, nos tomaban de la cabeza y nos cogían por la boca. A veces tenía dos penes al mismo tiempo en los labios, a veces lamía testículos mientras Lucrecia lamía troncos, mientras seguían penetrando con sus dedos nuestros orificios.
“Ahora es momento de volver a coger” dijo Ricardo, y puso Lucrecia boca arriba con las piernas al aire, Rubén me puso a mí al lado de ella, yo viendo hacia un lado y ella hacia otro, de tal forma que nuestras bocas podían besarse. Primero fue el turno de Lucrecia, Ricardo empezó a bombearla sin piedad, la veía sacudirse con cada penetración, Rubén levanto también mis piernas, las puso en sus hombros y empezó a penetrar mi ano, con su estilo rudo y sin piedad. Yo empecé a gemir y todos me decían “eso, gime mujercita, para que veas lo que es ser verdadera hembra”. Mientras nos cogían, Braulio y Tony ponían sus penes en nuestras bocas, así Lucrecia y yo nos besábamos mientras les hacíamos sexo oral. Tomaron turnos, y pronto los cuatro, Braulio, Rubén, Tony y Ricardo ya nos habían penetrado a las dos. Cada vez que dejaban de penetrar a Lucrecia llevaban su pene a mi boca para que les limpiara la verga de fluidos, y cada vez que dejaban de bombearme a mí, me hacían también limpiarles bien el pene para “no ensuciar” a su hembrita que era el plato fuerte. Luego pusieron a Lucrecia a gatas y a mí hincada a su lado, con mi boca cerca de su vagina y su ano, de esa forma terminaban de penetrarla por la vagina y yo de inmediato limpiada sus miembros. Rápidamente se prendieron y a Lucrecia le tocó el inicio de su sesión anal, la penetraban por el ano y yo bien pegadita a su hoyito trasero limpiaba las vergas de nuestros machos cada vez que salían de sus intestinos. Era muy excitante y Lucrecia tenía orgasmo tras orgasmo, mismos que yo limpiaba con frenesí.
Luego fue el turno de una doble penetración para mi compañera, y mientras dos de ellos la penetraban, a mí me dieron el trabajo de lamer y chupar los pitos de los dos que esperaban su turno. A Lucrecia la debieron estar cogiendo en doble penetración unos 20 minutos, en todas las posiciones imaginables, mientras yo era como Rubén me gritaba “una maquina chupa vergas para que a la verdadera hembrita no se le enfriarán los fierros que la violaban”. Lucrecia estaba bañada en sudor, con la vagina roja de tanto roce y el ano completamente dilatado, a veces cuando ella pedía un descanso, yo tenía que mamar las cuatro vergas de estos gorilas para que no dejaran de estar bien duras, y luego lamer la vagina y el ano de mi compañera para ayudarla a volverse a lubricar. Cuando ella recobró el aliento, de nuevo Don Braulio se tendió en el piso y ella lo montó, Tony le llegaba por la espalda y la penetraba por el ano y Rubén le metía su verga en la boca mientras Don Braulio tenía su vagina. Luego, Ricardo me subió a la mesa del taller y puso mis piernas en sus hombros y me empezó a dar sin piedad. Ricardo tenía una verga muy larga, aunque no muy gruesa, que me llegaba muy profundo, y cuando intentaba detenerlo para que no me la metiera toda, lo único que conseguía era que me abofeteara y me diera todavía más fuerte y abriera más mis nalgas para metérmela más hondo.
De nuevo tomaron turnos, pero esta vez conmigo, y cada uno de ellos me violó en esa mesa, a veces con mis piernas en sus hombros a veces yo paradita con los codos recargados en la mesa y ellos dándome por atrás. Así estuvieron un rato hasta que dijeron “hora de despachar el plato fuerte”. Entonces pusieron a Lucrecia boca arriba en el piso, le abrieron las piernas y empezaron a bañarla con sus eyaculaciones. Me hicieron arrodillarme frente a ella y untar todo el semen sobre su cuerpo, como si fuera crema bronceadora. Lucrecia disfrutaba con mis manos frotándole semen por todo el cuerpo y me dijo “bien hecho Alicia, vas a ser buena compañera y asistente”… Se paró, entró al cuartito y salió en unos segundos con unos pantalones y una sudadera deportiva. Caminó hacia la puerta del taller, la abrió y me dijo “bye perrita de ano abierto”. Yo en eso momento intenté pararme e ir también por mi ropa, pero Braulio me sujeto y me dijo “tú te quedas, ya se fue el plato principal… ahora queremos el postre”… Lucrecia vio todo desde la puerta y me dijo “suerte, la vas a necesitar, yo que tu iba por más lubricante…” me lanzó una mirada burlona y se fue.
Apenas Lucrecia cerró la puerta, los cuatro machos se pusieron frente a mí, cada uno con su verga recién deslechada y Rubén me dijo “lámelas todas hasta que se paren de nuevo”. Quería huir, pero también quería ser su postre, así que de nuevo empecé a chupar esas vergas que ahora olían y sabían a sexo más fuerte que nunca. Rubén fue el primero en tenerla dura por segunda ocasión y me puso rápidamente en cuatro patas y empezó a penetrarme, mientras yo seguía lamiendo a los demás. Cuando los otros ya se habían recuperado, entonces Braulio abrió una gaveta del taller y sacó una lata de lubricante y la vacío en mis nalgas y mi ano, ardía un poco pero me dijo “créeme que para lo que sigue, vas a agradecer que te aceite como máquina… porque ahora sí te vamos a medir el aceite a fondo…” todos se rieron y yo sólo cerré los ojos.
En un segundo Braulio, Rubén y Ricardo me levantaron en el aire, con las piernas abiertas, como le habían hecho con Lucrecia al principio de la sesión, y Tony se tiró en el piso y me bajaron sobre su verga, me entraba muy profundo. Sin piedad alguna me subían despacio sacándome el miembro de Tony poco a poco y me dejaban caer de un solo golpe. Yo sentía como mis intestinos eran penetrados y violados sin compasión, y lo peor era que lo estaba disfrutando y gemía de placer como la mujercita en la que estos cuatro brutos me estaban transformando. Los cuatro de nuevo hicieron turnos en el piso recibiendo mis nalgas, y los cuatro me penetraron en esa posición que tanto vi gozar a Lucrecia, mientras yo me sentía una muñeca de trapo en sus garras. Luego uno de ellos se sentó en la mesa del taller y llevó mi boca a su pene, mientras los otros tres hacían fila para abrirme el ano y las nalgas por atrás. Me pusieron en todas las posiciones que se les antojó, me hacían sentarme encima de uno de ellos, mientras los otros me ahogan con sus vergas en la boca, me ponían de rodillas y mientras uno me cogía por atrás los otros me daban de nalgadas o me jalaban los pezones. Así fui a acabar montando de nuevo a Tony y en ese momento Rubén y Braulio agarraron mis piernas y le dijeron a Ricardo “hora de la doble penetración de esta perrita”. Yo, que ya sabía que mi sesión no terminaría sin una dosis de doble penetración anal, apreté los dientes y me prepare a recibir la segunda verga en el culo. Ricardo pidió ser el primero, entró de un golpe, quise llorar, pero pronto pasó el dolor y de nuevo me invadió una sensación desquiciante de placer que quería volverme loca. Sentía que era irreal y todo daba vueltas, no quería que pararan. Ricardo se salió y fue el turno de Rubén, que no tuvo piedad y sumando su pene al de Tony me abrió el ano de par en par. Ya tenía el ano tan abierto que cuando dejaban de hacerme la doble penetración ya no sentía el pene de Tony que seguía dentro de mí. Luego fue el turno de Don Braulio, que me daba tubo súper fuerte y me jalaba el pelo.
La doble penetración anal cambió de posición, ahora dos de ellos se tiraron en el piso, uno encontrado con las piernas del otro, de tal forma que sus penes coincidieran como una gran verga doble y los otros dos me cargaban y daban de sentones sobre los dos penes que me taladraban las entrañas. Eran tantas las sensaciones mezcladas, que mi pene que había estado erecto durante toda la sesión, estalló en una eyaculación que me hizo convulsionar. Celebraron diciendo “de verdad que a este le encanta la macana, esta acabando sólo a base de verga”… Rubén dijo… “es su segunda vez de acabar a base de pura verga, de verdad es buena hembrita… cuando mi papá y yo lo desvirgamos hizo lo mismo”.
Yo creí que la sesión había llegado a su fin y me preparaba para recibir su segunda descarga de leche de la noche, pero entonces Don Braulio dijo “ahora sí, agárrenmela bien, que no se mueva”. Rubén, Tony y Ricardo se lanzaron sobre mí, pe pusieron a gatas, empujaron mi cabeza hasta el piso y me abrieron las nalgas. Don Braulio se puso atrás de mí, me echó más de su aceite y empezó a meter tres, cuatro dedos en mi ano y me dijo “te voy a hacer un fisting, te va a gustar y además vas a quedar más abierta para que en próximas sesiones aguantes todavía más verga”… Le supliqué que no lo hiciera, que me iba a lastimar, pero fue inútil, poco a poco sentí como su mano iba entrando a mi cuerpo, centímetro a centímetro, las lágrimas escurrían por mis ojos, pero también lo estaba gozando. Cuando su mano entró por completo fue una sensación enloquecedora, dolía mucho, muchísimo, pero al mismo tiempo me sentía “llena” y con enorme placer. Don Braulio sacó la mano y volvió a introducirla, hizo lo mismo dos o tres veces y entonces dejé de ofrecer resistencia y me dejé caer como bulto en el piso. En ese momento me soltaron, se pusieron de pie y conmigo tirada en el piso boca abajo, llena de aceite, con el mallón de encaje blanco rasgado, se masturbaron los cuatro al mismo tiempo y me rociaron con una lluvia de semen, las gotas bañaron mis nalgas, mi espalda, mi cara y boca que volteaban a buscar esa leche de macho.
Se burlaron de mí, me ordenaron que me untara su semen como crema y me dijeron “ahora sí ya te puedes ir”. Temblando de cansancio, con las piernas que no me respondían, me puse poco a poco de pie y empecé a caminar al cuartito para cambiarme. Tony me dijo… “ni lo pienses… sales a la calle como estás… así de puta vestida con mallón de encaje y llena de leche de hombre”… protesté y los cuatro se lanzaron sobre mí, me cargaron y me sacaron a la calle. Afuera había unos jóvenes jugando fútbol, que se veía que conocían a Braulio y sus amigos y lo que hacían en su taller, y celebraron “de verdad está guapa su nueva puta” gritaron. Así me cargaron por dos cuadras hasta mi carro, mientras unos diez chavos me veían con curiosidad, yo estaba agotada y no me importaba lo que me decían, algunos de los jóvenes me tocaban, me agarraban la mano y la llevaban a sus vergas por encima de su ropa… creo que dos de ellos me metieron sus dedos o algunos objetos por el ano… yo cerraba los ojos… por fin, llegamos a mi carro, me subí, cerraron la puerta del auto, me aventaron mi ropa por la ventana y me dijeron “bien hecho postrecito, ya te llamaremos para que seas el plato fuerte”… Subí la ventanilla, arranqué el auto y me fui con las piernas temblando y oliendo a delicioso semen.

Mi fantasía, 4ª parte

Después de la deliciosa y brutal sesión de viernes en la que Don Braulio, su hijo y dos amigos nos habían hecho pedazos las entrañas a Lucrecia y a mí, me levanté el sábado en mi departamento, completamente exhausto. Seguía teniendo el mallón de la noche anterior, el rimel corrido en los ojos, semen por todo el cuerpo. Olía a otros hombres. Rogué que nadie me hubiera visto entrar así -travestido y transformado en mujer- al estacionamiento y al edificio. Hice memoria. Ya era muy tarde cuando había llegado y estaba seguro que nadie me vio. Descansé con esa tranquilidad.

Me metí a la regadera cerca del medio día, mi ano estaba muy dilatado, pero no lastimado: era claro que mi cuerpo ya se estaba acostumbrando a mi nueva dualidad como heterosexual en público y mujercita transformada al placer de Don Braulio en privado.

Recogí mis jeans y mi playera que había dejados tirados en el piso en la madrugada, revisé todo para que la muchacha que hacía la limpieza y lavaba la ropa no encontrará nada comprometedor. En esa revisión encontré un pedazo de papel con el correo electrónico de Lucrecia y una breve nota: “escríbeme, me encantaste para mí”.

Me imaginé que ella lo había dejado ahí en el momento que entró al cuartito del taller mecánico a recoger sus cosas, cuando su sesión con Braulio y sus amigos ya había terminado, y mientras a mí apenas me empezaban a taladrar las entrañas las vergas duras de los cuatro machos que me tenían como su juguete.

Ordené todo, preparé algo de comida y dormí un rato. Me desperté casi al caer el Sol, con una deliciosa erección, me masturbé recordando como me habían poseído la noche anterior, recordando olores y sabores, y en medio se esa calentura le mandé un correo a Lucrecia: “aquí estoy, listo o lista para lo que quieras”, escribí.

Después de enviar el correo pensé en dormir de nuevo hasta la noche, sin embargo, la PC marcó de inmediato la entrada de un correo. Para mi grata sorpresa era Lucrecia, que seguramente estaba conectada al Internet y había respondido de inmediato mi correo. Me encantó que lo hiciera, siempre es importante saber que en estos juegos hay quien está atento y sin dudas para jugar.

Rápidamente Lucrecia y yo estábamos intercambiando correos, y en unas cuantas horas ya teníamos un plan. Ella me platicó que si bien su fantasía y práctica sexual favorita era ser sometida y humillada, usada como juguete, de preferencia por varios hombres al mismo tiempo, siempre había tenido el sueño de “desquitarse y vengarse” de todo lo que había sufrido y disfrutado; que quería ser ahora ella la activa, la que penetrara, la que abriera y dilatara orificios y entrañas. Me propuso ser su mujer para una sesión. Yo acepté excitadísimo, acordamos fecha -un jueves- y hora, 1pm.

A lo largo de la semana Lucrecia me enviaba fotos y dibujos de hombres transformados con ropa femenina siendo objeto de penetraciones por parte de mujeres dominantes. Las escenas eran alucinantes y yo revisaba mi correo cada minuto para ver las nuevas imágenes que llegaban. Además, sabiendo que la sesión que me esperaba sería diferente, cada noche entrenaba con mis juguetes, introduciéndolos lo más profundo que podía y buscando los más gruesos para que me fueran dilatando. Al final de 5 días de “entrenamiento” me sentía seguro para recibir y soportar la mayoría de los juguetes que aparecían en las fotos que Lucrecia me mandaba.

Por fin llegó el día y la hora, decidí llegar unos minutos antes al motel y esperarla en el bar. Llegó muy puntual, traía consigo dos bolsas de papel de compras en tienda departamental. Esta vez pude apreciarla mejor, era muy atractiva, delgada, de 30 años, con ropa de mujer ejecutiva. Nadie creería en la calle que esta joven mujer, tras la puerta de un taller mecánico -y de quién sabe que otros lugares – era transformada en un juguete y abusada al límite por grupos de hombres rudos y vulgares. “Hola Alicia, así me gustan mis juguetitos, que ya me estén esperando cuando yo llegue”… dijo para dejar muy claro desde el primer momento que ella mandaba y que el mío sería el rol femenino.

“¿Lista para subir al cuarto?”… me preguntó… y respondí afirmativamente. Caminamos a la recepción del motel y ella insistió en pagar la habitación “a los hombres no toca pagar” le dijo a la recepcionista.

Entramos al cuarto, me dio una de las bolsas y me indicó que entrara al baño a cambiarme, “sal del baño hasta que estés transformada en mujer y me avisas antes de abrir la puerta” dijo con voz fuerte. Abrí la bolsa y encontré un set completo de lencería, medias, liguero, sostén, pantaleta de hilo dental, aretes de presión, collar y pulseras que hacían juego, un pequeño estuche de maquillaje y zapatos de tacón. Todo me quedaba perfecto, era claro que ella recordaba muy bien mi talla. Cuando estuve lista, cuando dejé de ser Eneas y era de nuevo Alicia, le avisé. Me dijo “puedes salir”. Ahí estaba ella, con un hermoso juego de lencería idéntico al mío en cada detalle, completamente rasurada de pubis y vagina. Me excitó muchísimo vernos idénticas en atuendo, y ella en papel claramente dominante y de ama, incluso con una correa que rápidamente colocó en mi cuello.

Teniéndome claramente sujetada con la correa, Lucrecia me llevó caminando hasta el escritorio de la habitación, encima del cual había extendido una colección de juguetes y strap-ons que usaría en mí. Había tres vibradores, uno pequeño, otro del tamaño de un pene regular, y uno verdaderamente grande que sabía que pronto ella estaría empujando para que entrara en mi cuerpo. Había también dos strap-ons, uno regular y uno no muy grueso, pero si muy largo, todos con correas para que ella los sujetara a su cuerpo y fueran vergas postizas perfectas. También sobre el escritorio había un dildo largo de dos cabezas, una en cada extremo.

“Ahora sí linda y tierna perrita”… me dijo “es tiempo que seas mía”. Estando ella de pie, abrió las piernas y me hizo lamer su vagina rasurada, luego se dio la vuelta, abrió sus nalgas y me ordeno lamer su orificio trasero con la punta de la lengua. Mientras yo lamía su ano y la parte de atrás de su vagina, ella se masturbaba, pronto la escuche jadear y vi salir los primeros fluidos de su vagina; así parada Lucrecia abrió un poco más las piernas y me ordenó beber todos sus líquidos orgásmicos, lo que hice de inmediato y con inmenso placer. Luego me ordenó acostarme boca arriba en la alfombra y se sentó en cuclillas sobre mi boca, para que siguiera lamiendo sus partes íntimas, tuvo un nuevo orgasmo que de nuevo saboreé gota a gota.

Después, me hizo subir a la cama y colocarme boca arriba, ella se colocó el primer strap-on y subió a la cama abriendo mis piernas. Se puso sobre mí y para mi gran sorpresa empezó a besarme tiernamente el cuello, a acariciar mi cintura, rozar mis pezones y pasar sus manos por mis nalgas. Me dijo, “ya te han cogido mucho… ahora yo te voy a hacer el amor”. Dicho lo anterior, con sus dedos lubricó y empezó a abrir mi ano, luego con su lengua recorrió mis nalgas y la entrada a mi cuerpo. Llevó mis piernas a sus hombros y empezó a entrar en mí, poco a poco, centímetro a centímetro hasta que su pene de plástico penetró mis intestinos por completo. Enseguida empezó a moverse suavemente, mientras acariciaba mi pelo y me besaba con delicadez, yo la abracé y me sentí más mujer que nunca, y le decía “mi Ángel”. Me tuvo así no se cuanto tiempo, y mi ano se le abría sin resistencia.

Se retiró de la cama y regresó con un dildo más largo que el anterior colocado de nuevo entre sus piernas. De verdad era largo, pero me dijo “no tengas miedo, verás cómo lo vas a gozar”. De nuevo fue muy delicada y de aquel enorme dildo de unos 30 centímetros de longitud, muy pronto la mayor parte estaba dentro de mi cuerpo, cuando ella vio que ya no me cabía más, empezó a girarlo dentro de mi ano. La sensación era indescriptible. Nunca la verga de ninguno de los brutos que me había cogido me había llegado tan adentro, y no me dolía, era un enorme placer. Me tuvo así unos 5 minutos, mientras me apretaba las nalgas y me pellizcaba los pezones, y de vez en vez intentaba introducir un dedo adicional en mi ano para forzarlo a que se dilatara. Cada ocasión que yo intentaba detenerla para que no me abriera más el esfínter me jalaba la correa que yo llevaba al cuello y me decía en tono amenazante “estoy siendo tierna… pero no se te olvide quién manda aquí”.

Saco aquel larguísimo pene artificial de mi cuerpo, se bajó de la cama, y muy pronto regresó. Esta vez traía un pene de silicón enorme colocado en su strap-on, tendría unos 25 centímetros de largo y unos 5 centímetros de grueso. Yo quise rehusarme, pero en ese instante, con mano firme me sujetó del pelo y me dijo “puedo seguirte haciendo el amor… o puedo violarte como Braulio y sus guarros… tú escoges”. Yo doblé toda resistencia y abrí mis piernas ofreciéndole mi ano completamente.

Me ordenó ponerme en cuatro patas y ella se puso atrás de mí. Me dijo que ya estaba lista para este juguete, tanto en profundidad como en diámetro, que ya había visto lo que mi cuerpo podía aguantar a manos de Don Braulio y sus amigos. Derramó las lubricante a la entrada de mi esfínter. Esta vez fue más firme y quizá un poco brusca, pero pronto la cabeza de ese enorme pene postizo estaba dentro de mí, el resto del tronco no tardó en entrar y entonces ella empezó a moverse con fuerza y velocidad. Era delicioso, me sentía llena y, sobre todo, poseída y transformada en esclava de Lucrecia.

Me puso luego de lado y ella me penetraba desde atrás, mientras con su mano acariciaba mi pene y me decía “preciosa, linda y otras cosas al oído”. Estaba gozando como nunca. Empezó a ser más brusca, me penetraba con ritmo más fuerte, mientras apretaba mis nalgas y me jalaba el pelo. Mi ano ya estaba completamente abierto y el enorme juguete entraba al antojo de Lucrecia. Se puso bocarriba y me ordenó sentarme en cuclillas sobre el juguete, que casi me partía a la mitad. Ni siquiera las dobles penetraciones anales que ya me habían dado don Braulio y Rubén habían sido tan profundas. No podía moverme, pero Lucrecia me obligaba. Estando así empecé a tener un orgasmo. Cuando Lucrecia sintió que iba a eyacular saco el juguete de mi cuerpo y me hizo terminar sobre el dildo de silicón, así la verga artificial quedó llena de semen y de inmediato ella me hizo limpiarla con la boca mientras me decía “así, así comete mi leche perrita”.

Nuevamente ella fue hacia el escritorio y regreso con el juguete de dos cabezas, me ordenó colocarme de nuevo “en cuatro patas” y ella se puso en la misma posición dándome la espalda. Entonces entendí lo que quería: estando las dos en esa posición puso en medio de nosotras el dildo, lo introdujo en mi ano y luego en el suyo, y así las dos empujábamos estando hincada y vestidas idénticas. Las dos empujamos y pronto nuestras nalgas se tocaban con el juguete bien adentro de nuestros cuerpos. Ella sacaba el juguete con una de sus manos y sin cambiar de posición lo ponía a veces en su vagina y a veces en su esfínter.

Cambiamos de posición, ahora una sentada frente a la otra, con el juguete de dos cabezas entre nosotras, ella en su vagina y yo en mi ano, con las piernas cruzándose y las dos empujando hacía esa verga de plástico que nos cogía simultáneamente. Pasaron largos y deliciosos minutos. La escuche jadear y pronto estaba terminando, cuando concluyó su orgasmo se dio la vuelta y nuevamente me ordenó lamer su vagina y su ano hasta dejarlos sin un solo fluido, lo que hice sin titubear.

Descansó uno segundos, y regresó con el dildo enorme que había usado en mí hacía unos minutos. Lo puso directo sobre el colchón, en la orilla de la cama y me ordenó sentarme de nuevo sobre el juguete. Me resistí, pero de nuevo bastó una amenaza para que la obedeciera. Puso la cabeza de silicón entre mis piernas y fue larga y dolorosa la penetración, pero pronto todo el juguete estaba dentro de mí.

Estando así sentado a la orilla de la cama con aquel enorme juguete insertado en mi cuerpo, ella empezó a montarme lentamente viéndome de frente. Mi pene estaba muy erecto y no tuve problema en penetrarla. Era desquiciante sentir la penetración del juguete en mí y estarla penetrando a ella al mismo tiempo. Cuando estaba cerca de mi orgasmo ella aceleró el ritmo y terminé dentro de su cuerpo con sacudidas que me dejaron exhausta y que el juguete ensartado en mi cuerpo hizo más intensas. Ella se paró de la cama, me ordenó sacar el juguete de mi ano y retirando mi semen de su vagina lo untó en el juguete y lo llevó a mi boca. Me tuvo así unos segundos limpiando el semen de esa verga artificial por segunda vez en la tarde… y luego me dio un beso y me mando al baño a limpiarme… Cuando salí de la regadera ella ya no estaba… sólo había una breve nota sobre la cama… “pronto te buscaré para seguirte domando Alicia”… decía el trozo de papel.

Un viaje diferente

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Recopilatorio ReventandoCulos

Me llamo Clara y soy… ¿cómo decirlo? No sé qué adjetivo poner, de modo que os contaré lo que me gusta y juzgad vosotros mismos. De entrada, me gustan los hombres (y a veces también las mujeres, pero en circunstancias algo distintas y que os contaré otro día) Eso no tiene nada de extraordinario, diréis. Cierto; pero es que a mí me gustan los hombres muy calientes y ardiendo de ganas de sexo. Hombres que saben que quieren follarte y que no se preocupan por nimiedades como pedirte tu opinión. Hombres capaces de ponerte una mano encima en un autobús, un cine o una aglomeración. Hombres que, sin conocerte de nada, te miran el escote descaradamente y durante mucho rato. Hombres que, en esencia, tienen claro quién tiene que mandar y quién tiene que obedecer en estos asuntos. Hombres a los que se la pone dura la idea de llamarte puta… y tratarte como a tal.
Desde pequeña, mis fantasías han estado llenas de hombres así. Los autobuses y metros eran el lugar más frecuentemente visitado por mis pajas nocturnas. Recuerdo una de las primeras veces que me tocaron, porque aquel día aprendí mucho sobre mí misma. Había subido al autobús cuando ya iba bastante lleno, y tuve que quedarme junto a la máquina de los billetes, porque no se podía avanzar más. Entonces noté una mano en la cadera. Aquel día llevaba una falda por encima de las rodillas y una blusa blanca ceñida. El tío tenía la mano en la barra de la máquina y aprovechaba para tocarme un lado de la falda. Cuando me di cuenta de que no se trataba de un roce casual, sentí inmediatamente una oleada de calor en el coño. Me quedé esperando qué ocurría, pero no me hubiera apartado de allí por nada del mundo. El tío comenzó a moverla un poco, y a frotarme una nalga. Me asusté un poco, pero la calentura iba en aumento. Se me acercó más, y ya tenía la mano sobre mi culo sin ningún disimulo. Comenzó a empujarme ligeramente, supongo que para apretarse más contra mí y también para llevarme hacia una zona más apartada y conveniente para lo que se proponía. De hecho, se apretó tanto que le noté la polla dura en la parte baja de la espalda. Casi me corro allí mismo.
No sé qué deben pensar los tíos en esos momentos. Supongo que aquél creía que estaba tan asustada que me dejaría hacer lo que quisiera. Y esa idea me da más morbo todavía, porque sí que estaba asustada, pero también tan caliente como él. Además, en esos instantes me quedo como paralizada, de tal modo que me resulta casi imposible moverme. Puede que sea un mecanismo de defensa biológico, como el de los conejos que se quedan inmóviles cuando una serpiente les hipnotiza… excepto que no creo que el conejo desee ser devorado, y yo suspiraba por estar en manos de aquel pervertido mientras él me utilizaba de todas las formas posibles. Curiosamente, y a pesar de ello, en esas situaciones me gusta disimular, portarme como si no pasara nada, y siempre evito mirar al hombre o reaccionar en ningún sentido. Sobre todo, mirarlo: la idea de mirar a los ojos a un tío que se está aprovechando de mí me produce una especie de terror delicioso; al mismo tiempo, sería como reconocer que sé lo que está ocurriendo, y prefiero mantener la ficción de que no me doy cuenta, o de que el miedo me ha privado de mi capacidad de reacción.
En cualquier caso, el tío me empujó hacia la parte trasera del autobús. Mientras lo hacía, vio a alguien a quien conocía, porque intercambió un saludo entre dientes sin dejar de manosearme el culo. Me puso una mano en cada cadera y, mientras seguía empujándome, frotaba su polla dura contra mi culo con movimientos rítmicos, como si quisiera follarme allí mismo. La verdad es que la erección era considerable. Finalmente, consiguió llevarme hasta la plataforma, donde me acorraló contra la ventana, apoyándose con fuerza sobre mi espalda. Y entonces empezó a sobarme de verdad. Primero el culo, con las dos manos y sin dejar de frotarme la polla. Para entonces, yo pensaba que se conformaría con poco más, y que tendría que irme a casa a hacerme una paja mientras recordaba todo aquello. Tenía el coño empapado, y los pezones como piedras, aplastados contra el cristal. El tío subió una mano por mi costado, y me tocó el lado de una teta, llegando al pezón y pellizcándolo con dos dedos. No pude contenerme y solté un jadeo. Creo que me oyó, porque gruñó algo incomprensible y siguió pellizcándome hasta hacerme daño. Entonces traté de desasirme, pero él me impidió moverme con su peso. Me desabrochó los dos primeros botones de la blusa, y me agarró una teta por debajo del sujetador. Con la otra mano, me subió la falda, y empezó a acariciarme las bragas, metiendo las puntas de los dedos por debajo. De repente, y con otro gruñido, me levantó la falda por delante y me puso una mano sobre el coño, mientras subía la otra y empezaba a acariciarme el contorno de los labios. Me abrió la boca y me introdujo dos dedos, como si me estuviera obligando a chupársela, todo mientras seguía frotándome el coño. Y lo hacía justo como me gusta: suavemente pero con fuerza, acercando los dedos cada vez más a la entrada.
Entonces me di cuenta de que se había sacado la polla, no sé en qué momento. La noté desnuda sobre mis bragas, y también noté las gotitas de semen que ya habían escapado. El tío dejó de violarme la boca con los dedos, y me llevó una mano a su polla, grande, dura y caliente, obligándome a moverla arriba y abajo. Yo estaba al borde del orgasmo desde hacía rato, y me hubiera dejado hacer cualquier cosa, en parte por miedo de aquel hombre que no se paraba ante nada, pero sobre todo porque ardía en deseos de ser taladrada por aquella polla, de tenerla en la boca hasta ahogarme y de seguir sintiéndome como una auténtica puta arrastrada.
Pero el tío pareció frenarse. De repente, me dirigió por primera vez la palabra y me dijo:
-Ahora te darás la vuelta y te portarás como si fueras mi novia, puta. ¿O crees que iba a conformarme con sobarte un poco después de cómo me has puesto? Te voy a follar, guarra. Y pobre de ti que grites o te resistas. No tengo paciencia con las putas que se hacen las tontas. Vas a aprender lo que eres de una vez por todas.
Me obligó a darme la vuelta. Sus palabras me habían asustado, pero también me provocaron un deseo incontrolable. Me buscó la boca con la suya y empezó a morrearme y lamerme como un animal. Yo no podía evitar sacar la lengua y devolverle los besos. El tío empezó a pellizcarme otra vez un pezón mientras me acariciaba el coño y me frotaba la polla contra el vientre.
-Eres una puta sumisa –gruñó-. Y vas a ser mía… Te voy a enseñar quién manda.
Sin más palabras, me apartó las bragas y me levantó un poco para clavarme la polla. Empezó a embestirme entre gruñidos, sin preocuparse del daño que me hacía cuando mi cabeza chocaba contra el cristal. Como yo jadeaba, aun sin querer, me tapó fuertemente la boca con una mano mientras seguía follándome.
-¿Te gusta, guarra? ¿O te duele? Tengo una polla muy grande, ¿verdad? Déjame que te estruje las tetas mientras te la meto… Qué coño de puta… Cállate, cerda… Pobre de ti que nos oigan…
Entonces me di cuenta de que a mi lado había otro tío mirándonos. No sé cuánto tiempo llevaba allí, pero tenía una mano en la entrepierna y se acariciaba suavemente. Al ver que le miraba, me sonrió y me puso una mano sobre una teta, estrujándola sin contemplaciones. Se volvió hacia el que me estaba follando y le dijo, sin más:
-¿Puedo?
-Claro –contestó el otro, entre jadeos-. Esta guarra es mía, pero no me importa compartir. De hecho, me gustará verlo.
Yo traté de protestar, pero me volvió a tapar la boca. El recién llegado siguió estrujándome la teta, pero me agarró una mano y me la puso encima de la polla, obligándome a moverla mientras me susurraba en el oído:
-Puta, vas a ver lo que vamos a hacerte. Tardaremos en acabar contigo… Me dan rabia las putas como tú…
El que me estaba follando lo hacía cada vez más a lo bestia. Parecía que quisiera reventarme… y a mí me encantaba. De repente, se corrió, llenándome el coño y los muslos. Me apartó de él y me empujó hacia el otro hombre, que volvió a sonreírme mientras me decía:
-Ven con papá, guarra.
Me agarró del pelo y empezó a morrearme sin dejar de insultarme, mientras el otro miraba cómo me sobaba. De pronto, el primero dijo:
-Yo no me he hartado aún de esta tía. Mi casa está aquí cerca. ¿Por qué no la bajamos y seguimos con más calma?
El otro parecía fuera de sí y no dejaba de sobarme, pellizcarme y morderme por todas partes. Pero consiguió dominarse y dijo:
-Me parece una gran idea.
Traté de decir algo, pero me ignoraron. El autobús se detuvo, y me obligaron a bajar con ellos. No sé por qué calles pasamos, pero cuando me di cuenta estábamos entrando en el piso del tío. Al instante me habían arrojado sobre el sofá mientras me arrancaban la ropa. El que me había follado volvía a tenerla dura, y el otro estaba medio loco de deseo. Se sentó sobre mi pecho y me metió la polla en la boca, inclinándose hacia adelante todo lo posible para hundírmela hasta el fondo. No podía respirar. El tío me sacudía la cabeza para clavarme su polla aún más. Cuando al fin me soltó, tuve que toser durante un buen rato, pero tuve una especie de orgasmo en la garganta. Sin más contemplaciones, me pusieron a cuatro patas sobre el sofá, y el que me la había metido en la boca empezó a follarme por detrás con unas embestidas fortísimas. El otro se puso delante de mí, diciendo:
-Ya tenía ganas de que te la tragaras, puta.
Y me la metió en la boca. Todas las tías tendrían que probar lo que es estar entre dos hombres, bien taladrada por el coño y la boca. Empecé a correrme sin poder parar, y tuve que ponerme una mano entre las piernas. Los dos tíos se rieron y me penetraron aún con más fuerza…
Los tíos eran unos verdaderos pervertidos. No sé cuántas veces se corrieron encima de mí, ni cuánta leche llegué a tragar. Sé que, durante un tiempo, fui la feliz esclava de aquellos tíos, de los que no aprendí ni su nombre. Cuando me llamaban, tenía que ir al piso y dejar que me hicieran de todo como a una puta arrastrada… pero las cosas que me hicieron os las contaré otro día.

Mis Dulces Cuernos

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Universitaria cachonda

Mis relaciones de pareja han devenido como una sucesión de fracasos a medio plazo a causa de mi mente perversa. Soy un enfermo, incapaz de mantener una relación normal sin estropearla con mis proposiciones indecentes que tarde o temprano me delatan. Disimulo bien mis apetencias al principio, momento en que todo parece ir bien, pero poco a poco voy insinuando fantasías que tarde o temprano exijo, y que finalmente arruinan mi oportunidad de sentar cabeza y formar mi propia familia. Pero no voy a hablar de esas relaciones ahora, sino de las dos durante las cuales acontecieron hechos muy singulares que incrementaron mi adicción por lo escabroso.

Cierto es que desde niño tuve bastante imaginación sexual, y fui precoz no en la experiencia sino en imaginar fantasías perversas. Pero quizá fuera mi tercera novia la que me trastornó en mis tiempos mozos. Recuerdo que cuando empezamos a salir ella se excitaba mucho y con facilidad cuando nos tocábamos. Era virgen y en casi todo lo sexual se inició conmigo. Pero nunca he logrado comprender por qué no volvió a humedecer las bragas como el primer día en que le metí mano debajo de su falda. En poco tiempo era yo quien parecía tener que rogarle sexo, y me costaba mucho conseguir ponerla a cien. Por lo demás la relación era satisfactoria y teníamos plena confianza el uno del otro. A lo largo de nuestra relación, que duró seis años, le fui infiel en dos ocasiones al recurrir a los servicios de prostitutas, buscando experiencias más morbosas  que mi novia jamás tomaría la iniciativa de probar. Pero quién sabe, quizá hubiera hecho yo lo mismo aún sintiéndome satisfecho con ella. Eso sí, si algo puedo decir en honor a la fidelidad es que siempre he sido adicto a todas mis novias, y tengo la certeza de que jamás me cansaría sexualmente de ninguna de ellas. Todas fueron el ingrediente indispensable en mis pensamientos sexuales, y cada vez que rompíamos debían pasar años para dejar de masturbarme pensando en ellas. Hubiera pasado la vida entera con cualquiera de mis novias si alguna hubiera compartido mis inclinaciones sexuales. Mis dos primeras relaciones terminaron simplemente por la distancia y mis obligaciones laborales, nadie tuvo la culpa. Pero esa tercera novia que tuve, la relación más larga que he tenido hasta ahora, fue el detonante de mi perversión, si acaso no iba a convertirme en lo que soy de todos modos más tarde o más temprano.

Todo comenzó una noche en el apartamento de veraneo de mis padres. Allí cada año convivíamos durante algunos días de vacaciones un grupo de amigos. Solíamos pasar una semana entera disfrutando de la playa, cocinando y jugando a las cartas. Una calurosa madrugada mi novia se levantó de la cama como si fuera a ir al baño, pero en un apartamento pequeño no es necesario ver para sentir hacia dónde se dirigen los pasos, y yo que no dormía profundamente noté algo extraño. Los huesos de los dedos de sus pies descalzos daban pequeños chasquidos al andar con sigilo, y al oírla me pareció que se dirigía hacia la sala de estar donde dormía otra pareja. Permanecí inmóvil y agudicé el oído durante lo que me pareció demasiado tiempo. Finalmente sentí que entró en el baño y que usó el lavabo antes de volver a la cama. Yo fingí seguir durmiendo profundamente. Otras noches hizo lo mismo, y cada vez tardaba más en volver, quizá sólo un par de minutos pero a mí me parecían bien largos. Lo más desconcertante es que al día siguiente nunca me contaba qué hacía fuera de la cama por la noche, y yo tampoco se lo preguntaba porque descubrí un sabor agridulce en aquella intriga. Yo aún seguía teniendo plena confianza en ella, pero al mismo tiempo sentía morbo al fantasear sobre qué hacía durante esas visitas a la sala o quizás a la terraza del apartamento. La imaginaba siéndome infiel y me excitaba la idea, aunque en el fondo sabía que sería una experiencia desagradable averiguar que así fuera.

Un fin de semana repetimos la ocasión con los mismos amigos ya casi al final del verano. Pero tuve la locura enfermiza de ocultar unos días antes mi cámara de video en el interior de un altavoz haciendo coincidir el objetivo con el hueco de agudos. También taladré un agujero en una vieja mini cadena de música donde instalé un led infrarrojo. Cuando ideé la artimaña sentí morbo y me masturbé pensando en ello. Pero cuando fui al piso un par de días antes y lo instalé sentí vergüenza y pánico ante la idea de que me pillaran. Comprobé que la imagen grabada en modo nocturno por infrarrojos era nítida y con buena perspectiva respecto al sofá cama. A lo largo de la tarde del viernes que volvimos allí para disfrutar de los últimos días de vacaciones, me acobardé y decidí abandonar la empresa que como idea fantástica estaba bien, pero que en realidad era una tontería arriesgada. Sin embargo una casualidad oportuna hizo que todos bajaran a la calle menos yo a saludar a unos amigos, brindándome la oportunidad de poner en marcha la cámara y en modo lento, lo cual permitía realizar una grabación de cuatro horas y media desde aquel instante. Cuatro horas y media podrían no ser suficientes y era probable que alguien desconectase la mini cadena a la hora de acostarse por la luminosidad de sus leds. Esa noche no pude pegar ojo. Efectivamente mi novia volvió a hacer una incursión nocturna. Miré la hora y comprobé que el momento entraba en el rango de autonomía de la cámara. A la mañana siguiente ya estaba un poco harto de ese asunto, me daba igual el resultado pero quería lo antes posible despejar la duda que me impidió conciliar el sueño. No pude comprobar la cinta hasta la tarde del lunes en la que viajé ciento veinte kilómetros ida y vuelta desde mi vivienda habitual para comprobar la cinta, a riesgo de que no contuviera nada interesante y haber malgastado mi tiempo. Pero angustiosamente descubrí que había funcionado, y digo angustia porque la emoción que sentía mientras pasaba la cinta era demasiado ansiosa. Adelantando la imagen en modo rápido pude ver a la pareja de amigos durmiendo todo el tiempo en la misma postura, ella sobre el costado de cara a la pared y él boca arriba junto al borde del sofá. Casi al final de la grabación apareció de repente mi novia y se agachó en cuclillas junto a él. En ese momento sentí que se me encogió el estómago y que me faltaba oxígeno en la cabeza. Detuve la cinta y salí a la terraza a tomar el aire. Estaba aterrorizado y excitado a la vez. Después de darme unos segundos recuperé el resuello y me apresuré a conectar la cámara al televisor para ver la escena sentado cómodamente en el mismo sofá que había sido el escenario de a saber qué. Rebobiné la cinta hasta justo el momento en que estaba a punto de aparecer en escena mi novia y congelé la imagen. Me bajé los pantalones y calzoncillos hasta medio muslo y comencé a masturbarme. Cuando me convencí a mí mismo de que debía disfrutar de lo que iba a ver, le di al play. Mi novia apareció y se puso en cuclillas con sus piernas desnudas, sólo llevaba bragas y una camiseta. Nuestro amigo reaccionó al instante como si la estuviera esperando y comenzaron a besarse y acariciarse el rostro con dulzura. Me dolió profundamente ese beso. Pero la escena no tardó en volverse obscena, y como si ya lo hubieran hecho antes mi novia con decisión deslizó su mano bajo el pantalón del pijama de su amante y lo masturbó mientras seguía besándolo. Al minuto y con el miembro totalmente expuesto fuera de la ropa, pude ver como el chico tuvo un orgasmo sin mover ni un pelo para no despertar a su pareja. Después de volver a acariciarse con cariño mi novia desapareció de la escena con la misma frescura con la que vino.

No pude pensar en otra cosa durante una semana. Pero lejos de atormentarme me estuve masturbando con más frecuencia de lo acostumbrado, excitado con la visión de mi novia en cuclillas haciendo una paja a un conocido. Después de años haciéndome la misma pregunta he llegado a la conclusión de que estaban bastante enganchados tanto afectiva como físicamente, si no cómo iban a arriesgarse de esa manera pudiendo ser pillados tan fácilmente. Lo que no logro entender es por qué mi novia jamás compartió conmigo ese morbo del que era capaz. Nunca le dije que sabía que me ponía los cuernos, y nuestra relación no parecía estar afectada por dicha circunstancia. Aproximadamente un año después nos separamos por motivos que nada tienen que ver con lo sucedido en aquel apartamento. Es más, desde entonces me hice adicto a la idea de imaginar a mi novia teniendo sexo con otros hombres, y lo peor es que ahora no sé excitarme de otra forma. Cuando empiezo una nueva relación no puedo evitar imaginar este tipo de fantasías con mi nueva pareja, y con el tiempo acabo siempre estropeándolo todo.

Para coronar el colmo de mis experiencias contaré la última y más fuerte, la que me ha convertido en un verdadero enfermo. Hace ya tiempo me trasladé a la capital para trabajar durante algunos años, y allí conocí a una compañera que me tiró los tejos. No me parecía demasiado atractiva pero me dejé llevar y descubrí a la mejor mujer que he tenido jamás. Era muy inteligente y tenía la cabeza bien amueblada, pero algo en su forma de ser había hecho que sus escasas relaciones no duraran más de dos meses. De muy joven fue empollona y un cero a la izquierda para los chicos de su edad. Sus primeras relaciones llegaron tarde y a mi entender carecían de pasión por ser ella de naturaleza poco sexual. Conmigo le fue bien, y a pesar de su escasa experiencia y falta de deseo se comportaba de un modo servicial y satisfactorio en todos los aspectos. Quise desterrar de mi mente mis ideas enfermizas para no estropearlo todo, así  cuidé de no proponerle cosas obscenas. Sé que ella era feliz conmigo. Nuestra relación duró cuatro años, todo un record para ella. Pero una noche me habló de que era consciente de su falta de apetito sexual, y de cómo sus amigas del colegio le decían que era una estrecha. Yo le quité importancia al asunto y le dije que había conocido a otras mujeres como ella, y que me parecía normal. Le hablé de mi sexualidad y le confesé que fantaseaba con casi cualquier cosa perversa que a un hombre se le pueda pasar por la mente, pero no me atreví a darle detalles ni a reconocer que me gustaría ponerlas en práctica. No le hablé de lo mucho que me atraen los pies de una mujer ni de mis aventuras con prostitutas ni de mi curiosidad por el sadomaso, ni las horas que he pasado viendo pornografía, y mucho menos de mi fantasía de verla a ella tocando a otro hombre. Su deseo era descubrir el modo de excitarse más. Ella le achacaba el problema al hecho de que no se sentía guapa. Yo estaba convencido de que su problema era hormonal, y que simplemente no tenía remedio.

Sin embargo sucedió en dos ocasiones que para mi sorpresa se excitó más de la cuenta mientras le metía mano de noche en lugares un poco comprometidos, llegando a ruborizarme con sus gemidos incontrolados y la posibilidad de que alguien nos viera. En varias ocasiones hablamos de ello. Ella no reconocía que sintiera un morbo especial por hacer cosas en lugares públicos, y no quería reconocer que en aquellas ocasiones se había excitado más de lo normal. La animé para que experimentase con cosas nuevas en busca de aquello que pudiera excitarla en mayor medida, y a que intentara superar su vergüenza. Esas conversaciones fueron el detonante de una cadena de insinuaciones por mi parte, y de nuevo volví a las andadas. Poco a poco fui compartiendo mis fantasías con ella, y en su interior fue conociendo mis deseos. Pero nunca tuvo la iniciativa de complacerme en semejantes perversiones, pues me dijo claramente que ello podría alimentar un vicio peligroso. Tuve la suficiente cordura como para no insistir y mis proposiciones nunca llegaron a estropear nuestra relación. Una vez accedió a visitar un club liberal de la capital acordando que iríamos sólo en calidad de curiosos, y así fue. Vimos las instalaciones, nos gustó el ambiente, tomamos unas copas e incluso nos decidimos a hacer el amor en zonas comunes como si fuera la cosa más normal del mundo. Recorrimos todos los rincones y observamos a otras parejas disfrutando del sexo. Mostré interés por un cuarto equipado para el martirio con potro, cruz de San Andrés, columpio, fustas, etc. Al final nos marchamos de allí con la sensación de haber estado en un lugar naturista, sin haber sentido ningún morbo extraordinario. Me hubiera gustado que mi novia tomara la iniciativa de hacer algo más atrevido esa noche.

Un tiempo después tuve que trasladarme a otra ciudad por trabajo, y por la misma obligación ella no pudo venirse a vivir conmigo. La distancia hizo que discutiésemos porque ella hacía más que yo por vernos. No hicimos planes para casarnos o viajar o irnos a vivir juntos, y un día cualquiera dejamos de hablarnos por enfado. La idea de que ella pudiera encontrar a otro hombre comenzó a ser el ingrediente picante de mis momentos de autosatisfacción. La imaginaba con algún extraño en la cama haciendo todas esas cosas que había aprendido conmigo. Ya fantaseaba con esa idea mientras estuvimos juntos, pero ahora que era más probable que así sucediera me excitaba aún más pensar en ello. Después de tiempo sin hablar le envié un detalle por su cumpleaños, y fue entonces cuando descubrí que me guardaba mucho rencor. Se había enojado por mi aparente indiferencia y me reprochó en una carta que le hiciera daño enviándole cosas después de haberla ignorado. Y desde entonces no volvimos a comunicarnos.

El invierno siguiente viajé a la capital también por motivos de trabajo donde me alojé durante una semana. Con el objeto de satisfacer un viejo morbo frustrado, la noche del sábado pagué el servicio de una acompañante para visitar durante tres horas el mismo club liberal al que una vez acudí con mi novia. El ambiente era aún más concurrido que la vez anterior. Nos sentamos a tomar una copa y charlar rodeados de muchas parejas, reímos, entramos en confianza y pactamos lo que intentaríamos practicar en presencia de otros. Mi verdadero deseo era el de participar en alguna orgía con otras parejas, aunque mi acompañante era un poco reacia a sobrepasar ciertos límites si no incrementaba sus honorarios. Pero sin duda la experiencia reina sucedió inesperadamente como si me arrollara un tren en el momento que me giré y descubrí que a mis espaldas estaba mi novia sentada en otra mesa charlando con gente. Debí quedarme muy pálido. ¿Pero cómo era posible? Debió haberme visto y sentí una enorme vergüenza por haberme pillado en aquel lugar con una profesional. Mi ex novia jamás iría a un sitio de esa clase por su propia cuenta, así que supuse que había sido idea del grupo con el que había salido. Tuve que explicar mi situación a mi acompañante quien se portó de maravilla y me tranquilizó. Yo no me atreví a girarme más por si acaso aún no me hubiera visto y así poder marcharme salvando mi reputación. Para averiguar si me había visto le pedí a mi cómplice que la observara a ver si notaba algo. Después de un buen rato de nervios me contó que mi novia charlaba tranquilamente con sus colegas totalmente ajena a nuestra presencia. Le pregunté si alguno de los chicos daba signos de tener relación afectiva con ella, y al parecer no había indicios de ello. ¿Qué demonios hacía en aquel lugar? Conociéndola era imposible que frecuentara un sitio de esa clase, y por tanto concluí por lo observado que estaba de visita, tan solo para tomarse unas copas en un lugar atrevido con sus nuevos amigos. ¡Qué inoportuna casualidad! Ahora mi nueva preocupación era que entre la gente hubiera otros amigos en común que pudieran delatarme. No quise levantarme para no llamar la atención de nadie. Permanecí encogido de hombros y de espaldas a ellos hasta que por fin mi novia se levantó y se fue, probablemente al baño. En ese momento aprovechamos para cambiarnos de sitio y nos escondimos en un reservado. Le expliqué a mi acompañante que era improbable que mi novia pasara a las zonas de sexo, aquellas donde estaba prohibido entrar vestido y donde había que dejar las pertenencias en una taquilla. La joven, Yeni se hacía llamar, opinó que no tenía por qué temer que mi ex novia me descubriese puesto que a ella tampoco le convendría delatarse contando que me había visto en aquel lugar. Yo le dije que no era lo mismo. Muchos jóvenes que viven en la capital al igual que mi novia al menos una vez habrán visitado el club de parejas por simple curiosidad en las noches de copas, mientras que en mi caso mi presencia no podía significar otra cosa que el estar buscando vicio. Si ella hubiera venido acompañada de un solo chico las cosas serían diferentes, es más, la tortilla se daría la vuelta y sería yo quien estaría deseoso de espiarla.

Un buen rato después salimos de nuestro escondite y comprobamos que mi novia y su grupo ya se habían ido. Suspiré y me convencí a mí mismo de que finalmente no me había descubierto, y me pregunté si aquella casualidad había sido algún presagio. Aquel susto podría servirme para no volver a arriesgar mi reputación en sitios públicos, o quizá para no volver a malgastar dinero en favores sexuales. En fin, lo que mejor me venía en ese momento para curarme del susto era un buen orgasmo y marcharme al hostal para darme una ducha caliente y dormir tranquilo.

Pasamos a la zona desnuda y guardamos nuestra ropa en la taquilla, nos enrollamos las toallas facilitadas, yo a la cintura y ella a la altura del pecho trabando un par de preservativos. En la muñeca llevé las llaves con una banda elástica. Nos paseamos por los distintos rincones contemplando cómo follaba la gente. Estaba abarrotado, y los jadeos en el ambiente parecían contagiarse como la risa. Finalmente entramos en la salita equipada para el “bondage” y sadomaso. Quería montármelo allí pero no había nadie, y lo mínimo que esperaba experimentar era que hubiera otra gente mirándome. Le dije a Yeni que antes de buscar un hueco en las camas redondas quería probar alguno de los aparatos de esclavo y ser atado. Me ató de pies y manos a una cruz de madera en la pared donde comenzó a excitarme con caricias hasta zafarme la toalla que cayó al suelo, y entonces comenzó a masturbarme. Le dije que parase porque no iba a aguantar mucho más y quería reservarme. Me soltó y me animó a que probase el columpio para penetrarme con un arnés, pero me negué porque me daba vergüenza que nadie más hiciera cosas parecidas. Además me daba asco el surtido de consoladores y otros utensilios colgados en la pared, incluso aunque tomara la precaución de forrarlos con un preservativo. Le pedí que me atase en el potro y que me masturbara con el pene hacia abajo, como si ordeñara una baca. Me acosté boca abajo sobre la superficie acolchada y dejé colgar mis extremidades para que de nuevo las atara a las patas de madera mediante aquellos brazaletes de cuero negro. Yeni tomó la iniciativa de imitar los clásicos del mundo sadomaso, así que se sirvió de los utensilios que habían expuestos en la pared. Tomó una mordaza de bola y me la abrochó a la nuca con firmeza, juguete que era incómodo llevar porque me obligaba a mantener la boca muy abierta y no podía tragar. Con una fusta comenzó a darme unos leves azotes en las nalgas mientras pude ver cómo fue entrando un grupo de curiosos. Poco podía expresarle a Yeni con la bola en la boca. No alcé la vista para no sentir vergüenza sino que me concentré en lo mío y me dejé llevar. Mientras recibía azotes me sentí ridículo, y más al ver en el suelo frente a mí varios pares de pies observándome. Espero que se contagien y hagan algo, pensé yo, porque como a alguno le de la risa me cortará la libido para toda la noche. Yeni dejó la fusta y comenzó a ordeñarme. Qué sensación más intensa, tanto que se me pasó la timidez de inmediato y me sumergí en el placer. Es más, me quedé mirando los pies de los que me observaban y me excité más aún. Me fijé en los pies femeninos pues me encantan, y me llamaron la atención unos que me eran familiares, se parecían a los pies de mi novia. Hice un esfuerzo con el cuello y alcé la mirada para ver más de aquel cuerpo con la toalla enrollada a la altura del pecho. ¡Y sí que era ella! ¡Dios mío! Y Yeni estirándome el pene ajena a mi situación embarazosa. Me empapé en sudor por la vergüenza que sentí. Cuando el grupo decidió dispersarse por el cuarto para enfrascarse en sus propios juegos, mi novia permaneció delante de mí con un hombre de físico aceptable al que no tenía nada que envidiar y se sentaron en unas banquetas que había junto a la pared. Me miraban como una pareja que ve una película porno en la intimidad del sofá de su casa. Fijé la vista en el suelo y no me atreví a mirarla a la cara en ningún momento. Yeni debió pensar que me había ruborizado con la presencia de curiosos, y no parecía haberse percatado de que una de las chicas que había entrado era la misma que evitamos en el bar puesto que no hizo por soltarme y prosiguió con sus caricias y azotes. Qué ardor se produce en el estómago cuando ves a los pies de tu novia junto a los de un extraño, y más cuando sus piernas se giran hacia él en actitud provocadora expresando un lenguaje erótico corporal que cala hasta la médula. Se estaban metiendo mano. En ese momento se abrió el cielo para mí, porque ahora yo también me convertía en espectador y me avergonzaría menos. Le acarició el pene que abultaba bajo la toalla mientras con la boca le chupó un pezón. Se besaron con lengua muy lentamente y después ella me miró con ojos embelesados. Actuaba como si no me conociera. Jamás la había visto poner esa expresión de embriaguez conmigo. ¿Sobreactuaba para darme celos? Sus toallas se abrieron solas dejando sus cuerpos enteramente desnudos y se masturbaron mutuamente de forma apasionada. Pero por muy tiernos que quisieran ser el uno con el otro, la escena era más bien grotesca porque la mano de mi novia se hacía pequeña sobre aquella enorme polla, y sus meneos no atinaban a recorrer su longitud sin torcerla hacia un lado y hacia otro. Ahora sí había motivo para sentir humillación y envidia, pero a la vez para ponerse a cien. Para manejar bien aquella tranca hacía falta un cursillo. Mientras tanto yo seguía a merced de las artes de Yeni quien de haberme masturbado con rapidez me hubiera llevado al orgasmo irremediablemente de lo sobreexcitado que estaba. Mi novia se disparató y comenzó a pasarse de la raya, se puso de pie y se apresuró a traer de la mano a su macho hasta justo delante de mi cara, y allí se arrodilló y me obligó a ver cómo le hacía una mamada. Se la chupó con ruido y abundante saliva exagerando sus mañas, para fastidiarme diría yo. Yo ya no tenía reparo en mirar con el mismo descaro que ella. Cuando se cansó se puso de pie frente a mí y se inclinó hacia delante apoyando sus manos sobre mis hombros, y le pidió que la follara por detrás. No sentía ningún respeto hacia mí ni hacia Yeni. Se lo pidió tres veces como una desesperada. Frunció el seño y se quejó de dolor cuando el portento empezó a abrirse paso detrás de sus nalgas, pero en nada comenzó gemir como loca con las embestidas, y con ella otras personas de alrededor que se contagiaban. Sus gemidos subieron de tono hasta convertirse en gritos y su aliento cálido refrescaba el sudor de mi frente como expulsado a presión por el pistón que bombeaba a través de su émbolo vaginal. Sus tetas se balanceaban de atrás hacia delante como si fueran a golpearme en la cara. Hija de puta, repetía continuamente para mis adentros. Quería tener el orgasmo de mi vida justo en aquel instante. Dónde estás Yeni, pensé, mastúrbame rápido antes de que esto acabe, por Dios te lo ruego. La irreconocible mujer que tenía delante se desprendió del semental y se apresuró a pedir prestado otro hombre al que se trajo de mano, uno bien corpulento aunque menos dotado. Y delante de mí le ofreció su trasero a él también para que la penetrase al tiempo que chupó otra vez la gran polla sazonada con su propio humor vaginal. Aquello supongo que me dio la condecoración de astado de primera categoría. Me tuvo así durante buen rato, más claro no me lo pudo dejar. Bien la conocía yo, y sabía que ella jamás pudo alcanzar orgasmos vaginales pues que necesitaba del estímulo del clítoris para poder llegar al clímax, así que podía tenerme así hasta el aburrimiento. ¿Pero dónde coño se había metido Yeni? Sentí ansiedad al ver que estaba solo a merced de la suerte. ¿Se habría ido al baño? Cuando mi novia se cansó de estar en aquella postura se separó  y se propuso humillarme de por vida. Escogió un consolador de los que había colgados en la pared, y por la facilidad con que se desarrollaron los hechos que paso a describir supongo que también cogió algún lubricante. Se vino a mi parte trasera y palpó con la yema de sus dedos mi zona virgen en busca del orificio de un solo sentido. Con un dedo arruinó la poca virtud que me quedaba y despertó en mí una sensación increíblemente intensa. Me hizo resoplar por la comisura de los labios y babear el suelo, medio ahogado por la bola que tenía de mordaza bien encajada en la boca. Mis ojos intentaron abandonar las órbitas cuando sacó su dedo y lo sustituyó por la polla de goma. Fue placentero, pero a la vez doloroso cuando me penetraba con más rapidez. Grité, lo juro, grité con total convicción, pues de verdad sentí que me hacía daño. Sacó el juguete de mi culo y me relajé abatido sobre el potro. Vi cómo sus pies descalzos corrían gráciles hacia la pared para dejar el consolador en su sitio, y al alzar la vista pude ver cómo volvía espléndidamente desnuda con otro mayor en las manos. La muy cabrona me lo pasó por delante de los ojos para que pudiera ver lo que me iba a meter por el culo. Dije que no moviendo la cabeza de un lado a otro seriamente preocupado, pero de nada sirvió. A la primera no logró vencer mi esfínter y me hacía daño, así que corrió de nuevo a por el otro más pequeño. Me penetró como al principio, y cuando le pareció oportuno lo sacó para meterme el segundo que esta vez sí que entró. Fue para morirse de un infarto. Quise disfrutar pero el dolor me superaba. El sudor goteaba de mi nariz y mi saliva caía en hilillos de mi mordaza. Después del minuto más largo de mi vida me sacó el consolador, pero antes de que relajara el culo su amigo corpulento me cogió por las caderas y se abrió paso con su carne auténtica infligiéndome un dolor peor aún y más adentro, parecido al dolor de tripa en el bajo vientre. Balbuceé y ahogué mis gritos con la mordaza como un poseso. Mi novia se acercó de nuevo a verme la cara con su amigo del pollón, seguía notablemente excitada, se leía en su rostro. Le hizo una paja delante de mi cara hasta que lo dejó bien armado, y entonces me liberó de la mordaza dejando escapar mis quejidos al compás de las embestidas y un hilo de saliva. Mi mandíbula dormida dolía y no respondía, y mi novia que empuñaba la verga ella misma la llevó hasta mi boca para ahogarme con un glande turgente de un sabor extraño. Seguí babeando para no tragar ninguna secreción. Mi novia me agarró fuertemente del pelo con una mano y siguió haciéndole una paja con la otra como si intentara hacerme tragar la inminente corrida, pero el orgasmo no llegó en aquel momento, fue peor que eso. El hombre sintió placer y comenzó a follarme por la boca. Estaba siendo abusado por dos hombres a la vez. Mis quejidos guturales sobre la punta de su polla debieron causarle gusto y se propasó embistiéndome, pues su glande de vez en cuando llegaba hasta mis amígdalas y me producía arcadas. Me estaba costando respirar, era angustioso, horrible, creí que me iba a ahogar, y el hijo de puta aprovechaba mis arcadas para metérmela mas adentro aún. Sentí miedo y aún así no me atreví a protestar. Mi novia se apartó y cogió un taburete para sentarse a contemplar la escena mientras se masturbaba como poseída. Yo la intuía más que verla, porque los ojos se me llenaban de lágrimas por las arcadas y mi mente se concentraba en controlar la respiración. La mal nacida estaba fuera de sí viendo cómo me follaban dos tíos. La gente atraída por la llamativa escena se agolpó alrededor. Dos hombres ayudaron a mi novia a mantenerse en equilibrio sobre el taburete mientras se masturbaba tensa. Aunque no podía verla bien la imagino como cuando lo hacíamos juntos. Tensaba todos los músculos del cuerpo y ponía los ojos en blanco mientras se frotaba con furia con un tacto y ritmo que yo jamás supe imitar del todo bien para complacerla. Así de tensa solía ponerse cuando su orgasmo que tanto le costaba alcanzar estaba cerca. Pude ver que los que la sostenían le chupaban cada uno un pezón, la estaban ayudando. El largo y profundo lamento que gimió fue la sinfonía más bella que jamás he oído, nos contagió a todos. El corpulento me embistió tan fuerte que rodaba el potro centímetro a centímetro hacia delante hasta que se corrió en mis entrañas tirando de mis caderas hacia sí. Merecía que le cortara el cuello por no tomar precauciones. El bien dotado con el puño me tiró del pelo y mantuvo mi cara levantada mientras se masturbaba ansiosamente. Unas manos femeninas lo abrazaban desde su espalda y lo ayudaron a correrse estimulando sus pezones con la yema de los dedos. Sentí el calor y el sonido de los impactos de sus fuertes y numerosos chorros de semen en mi cara y en mi lengua. Uno me llegó al ojo y me ardió bastante. Era evidente que la pandilla se conocía y estaban de acuerdo con mi novia. De hecho dos más vinieron a correrse en mi cara ante su mirada ya risueña y satisfecha, y puede que hasta compadecida. Yo no dije ni media. Ninguno me tocó, simplemente se lo montaban con sus parejas y venían a eyacular sobre mí.

Se marcharon todos a la vez, y una de las chicas me dijo dulcemente al oído que no me moviera, que en seguida volvería con una toalla para limpiarme. Cuando volvió me liberó de las correas y me ayudó. Tuve que moverme lentamente porque tenía los miembros demasiado dormidos como para mantenerme en pie. Qué tal, me preguntó, ¿Te gustó? Le dije que lo pasé mal porque me ahogaba, pero que había sido la experiencia más excitante de mi vida. ¿Eres amiga de Lourdes? Me dijo que ella y su pareja habían conocido al grupo en el club y que se reunían allí de vez en cuando. Le pregunté si sabía que yo había sido novio de Lourdes, y me contestó que sí, que mi ex me había visto cuando estaban tomando copas y que en seguida les puso al corriente de la situación. Le pregunté si sabía a dónde había ido la amiga que me acompañaba. Me preguntó si era mi novia y yo le dije que no. Yeni se había marchado, quizá porque realmente había reconocido a mi novia en el momento que se tomó la libertad de humillarme con toda frescura. Quizá dedujera que yo había encontrado un pasatiempos más excitante y decidió dejarme solo. Quizá no quiso ser partícipe de la orgía y no era el momento de darme explicaciones. Quizá el tiempo se agotaba y decidió marcharse. Te pido un inmenso favor, le dije, estoy loco por tener mi orgasmo, y para mí lo más grande sería que Lourdes me lo proporcionara. Se sonrió. Le dije que no quería inmiscuirme en su vida, que la esperaría atado en la cruz si era preciso, y nada más. Se lo diré, me dijo. Yo mismo me ataré, y si accede, ven tú antes, por favor, y átame la mano que me quede libre.

Esperé en la cruz unos diez minutos hasta que no pude aguantar más la postura. Esperé otro tanto sentado y finalmente la busqué por todos los rincones. Jamás la he vuelto a ver. El ambiente decayó, y yo me fui al hostal con el culo dolorido para ducharme y masturbarme pensando en Lourdes.

Meses después me hice la prueba del sida para descartar que hubiera contraído la enfermedad, estaba limpio. Desde entonces ya sólo me excita lo escabroso. Siento un deseo irrefrenable de que mi pareja me sea infiel, tanto si es de manera consentida como si no. Pero es imposible que eso suceda y que me pueda beneficiar de ello. Es imposible encontrar a una mujer que comprenda y comparta estas inclinaciones, y sólo puedo arruinar toda posibilidad de por fin sentar cabeza y cómo no, formar mi propia familia.

Eres mía…y yo decido que hacer

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internet  e hice algunos test, no tenía mucha esperanza y decían que tenia poderes pero que estaban dormidos, ja, realmente era una respuesta democrática.

Pasaron los años, estando en la prepa, un día pasó algo que no me esperaba. Un compañero de estudios me aviso que mi grupo se estaba reuniendo en el gimnasio a las 7 pm, la idea era juntar apuntes para el trabajo dejado. Por alguna razón tuve un presentimiento de que algo no estaba bien, hice un gesto con la mano “adiós ideas”, y me dirigí al gimnasio.

Llegue y todo estaba apagado, no me llamo la atención ya que tengo por política ser puntual y faltaban aun 10 para las 7. Ingrese y quise encender la luz y el interruptor no funciono, la puerta se cerro y una luz direccionada de la parte superior me cegó. Detrás de mí alguien se acerco y me golpeo con una vara de bambú, el dolor fue intenso, luego fueron otros varios. Estaba muy adolorido y no sabía qué pasaba. Luego un golpe en conjunto, me desplome, mi temor inicial se volvió odio a quien me hacia esto y trate de coger a alguien en la oscuridad, recibí un nuevo golpe esta vez en el rostro, mi nariz comenzó a sangrar y me ira se volvió máximo, mire con odio la luz y la lámpara exploto, eso dejo a mis atacantes y a mí en las mismas condiciones, eso era lo que pensaban ellos, por alguna razón sentía donde estaban podía percibir su presencia. Soy algo misántropo, pero estudie artes marciales como disciplina no como arma. Pero mi cólera era tanta que solo pensaba en cobrarme la factura y comencé a disparar golpes sin pensar si podía ser una mujer hasta que todos estuvieron en el suelo. Luego reaccione Salí asustado del lugar y me fui a mi casa.

Sé que lo he les he contado no tiene mucha lógica sino les digo los antecedentes, como réferi no soy muy comunicativo, pero suelo destacar en las materias,  hay más de uno que son los que pasan “por agua tibia los cursos”, lo cual condeno pero no me hago el ciego de saber que existe. En anterior oportunidad un profesor me sugirió ayudar a un compañero para dar un examen,  le respondí indignado que no y lo acuse en rectoría, fue expulsado y el alumno suspendido, cabe mencionar que era un alumno muy conocido y el dinero de su padre lo hacía muy reconocido. La peor persona para tenerla de enemigo.

Ya habían hecho alarde de su poder, rompiendo mis cuadernos en el docker, se perdían mis trabajos y otros. Ya no había vuelto a quejarme y trataba de salir lo mejor posible, faltaban solo 1 año para terminar y acabaría esta locura, eso pensaba yo, pero era claro que sus ataques se habían vuelto más fuertes y de más riesgo para mí.

Pero en ese momento caí en la cuenta, de la capacidad que tuve para ver a mis atacantes en plena oscuridad. Sería que …No era una locura.  Por efectos de los golpes – que atribuí a una caída me dieron una semana de descanso -, decidí recuperar mis viejos libros de capacidades paranormales como jugando. Encontré información sobre esa percepción sensorial, así que comencé a documentarme sobre hipnosis, telepatía, telequinesis.

Me tomo toda la semana poder darme cuenta que podía generar cierta inducción en las personas de mis deseos, y que cuando estaban cansadas las personas tenía acceso parcial a sus ideas, eran fragmentos pero podía armar lo que pensaban. El tiempo se acaba y en una revista sugerían cierta droga experimental que podía elevar las condiciones del individuo en esta materia o acabar con sus poderes totalmente, si no se usaba con propiedad.

Pensé que era una charlatanería, pero igual hice el pedido por internet. Llego la mañana del lunes, día en que retornaba a clases, el día fue tranquilo y seguramente como no sabían la fecha de mi retorno fue que no tuve noticias de mis agresores. Al salir recogí mi encomienda y me fui a casa.

Abrí el paquete el envase era pequeño – para lo que me costo -, venia una simple nota. Tomar máximo 1 al día, no exceder esta medicación bajo su riesgo. La primera vez, tomar solo ½ pastilla. No estaba para esperar así que me tome una pastilla y me eche a dormir. Tuve una noche terrible sueño, tras sueño que no entendía, en mi casa están mis padres, mi hermana mayor y una prima que por estudios se ha mudado. Parecía como si mi sueño fuera la suma de los suyos. Me vi en una piscina, con mi prima bañándose, luego pasaba al cobertizo de la casa, para pintarlo con mi padre, continúe con mi hermana a la que estaba ayudando a arreglar el techo y le jalaba la escalera y se caía en la piscina.

Me desperté súper cansado como si no hubiera descansado nada. Y creo que así fue. Baje para tomar el desayuno y empezó todo. Todos refirieron un sueño en el que yo estaba y justamente haciendo lo que yo había estado soñando. Había estado en sus sueños…!!!

Me concentre en mi hermana, que siempre toma su jugo de naranja en la mañana, y me concentre pensando “no quiero tomar el jugo”. Ella termino su café y dejo su jugo, cuando mama le pregunto por qué no lo había tomado, simplemente le respondió “No sé, solo sé que no quiero tomarlo ahora” y se fue. Era increíble podía sugestionar a las personas para que hicieran lo que yo quería.

Con esta habilidad, decidí hacer algo con mi “amistoso compañero”. Siguiendo el adagio “divide y vencerás”,  influencie a sus amigos para que me vieran con otros ojos, hice que el cometiera errores y que quedara como un tonto, nadie sigue a un tonto. Esto hizo que mi estancia mejorara, pero como dicen “uno siempre quiera más”, volví mi mirada a aquellas chicas que me habían despreciado, porque el niño lindo así lo decía y decidí que era tiempo de cobrar deudas.

En un mes más, mis facultades ya me permitían tener el control de la persona y poder brindarle ordenes sin decírselas solo por telepatía y poder borrar ese recuerdo de su memoria, es mas podía modificar sus recuerdos e implantar hechos que no habían pasado. Al inicio terminaba muy agotado y con un fuerte dolor de cabeza, pero luego pasaba. Ahora ya podía hacerlo por largos periodos de tiempo sin problemas.

Tenía varias objetivos: Laura (ex novia), Pili (amiga y con un rostro angelical), Maura ( Un rostro y cuerpo espectacular, pero solo miraba a los que su billetera los hacía visible) y finalmente Zaira (Le gustaba despreciar a los que no tenían dinero, y según decían era un volcán en la cama).

Decidí empezar por hacer más humilde a Maura.  Cambie mi horario para coincidir con ella y poder tener tiempo de mejorar sus “valores”. El primer día de clase se sentó delante de mí, era perfecto. Ingrese en su mente, – la clase era particularmente aburrida -, lo cual permitió que ella estuviera más dispuesta para tomar el control de su voluntad, ahora podía leer su mente como un si fuera un libro, tenía dinero, diosa de cuna, era hora de cambiar. Comencé por administrar su libido, hacer que se elevara cuando me viera y decayera cuando no. Hice crecer su deseo de tenerme cerca, pero también incremente su rechazo a mi persona, coloque un recuerdo de un encuentro accidental en el cual tropecé caí sobre ella y toque sus seños voluptuosos y que a ella este contacto le gusto y la calentó. Todo esto lo fui implantando en su memoria y lo condicione a que se gatillara el día de la verbena (2 días después) – es una fiesta local- .

Llego el gran día de la fiesta, a ella le gustaba vestirse bien, provocativa pero sin llegar a la vulgaridad, la sugestione para que usara el sostén que le sugerí, pero que su trusa, se olvidara de ponerse, su vestido era alto así que si se agachaba la vista seria hermosa.

Primero propicie una coincidencia con ella en la entrada.

Maura: – Ella tropezó tal cual yo lo deseaba y se entrego a mis brazos que accidentalmente tuvieron contacto con sus hermosos senos para evitar su caída -. Disculpa. Fue su respuesta y se ruborizo al momento. Se había gatillado mi orden con tiempo implantada en ella.

Yo: No te preocupes, me alegro de haber evitado que cayeras. Estas hermosa como una flor, quien fuera tu jardinero para cuidarte más.

Maura: – Se ruborizo mas -, no te conocía talento de poeta. – trato de burlarse pero no se lo permití -.

Yo: Solo cuando la oportunidad lo amerita. Te dejo porque estoy buscando a un amigo. Nos vemos…!!

Maura: Ok, – envié una orden y ella sintió el dolor de que me estuviera yendo de su lado,  y pude leer que se mordió los labios para pedirme que me quedara, acelere su calentura, el color subió más a su rostro y se dirigió a los servicios.

Había salones que habían sido clausurados para la fiesta, ya sea por el decorado o por seguridad. Me cruce con ella por lo menos en 3 oportunidades y en cada vez me vio con una acompañante diferente y bailando, – si yo también estaba cambiando, pero no me había dado cuenta -, en cada oportunidad active su deseo y se subían los colores. En la tercera hizo tripas corazón – se trago su orgullo – y bajo a buscarme a la pista.

Maura: Te gustaría bailar conmigo. Pude sentir el conflicto interno que supero para decirlo.

Yo: No se molestara tu amigo?

Maura: Yo decido lo que quiero hacer, no pido permiso.

Yo: No soy un objeto que tomar, y si dijera que no en este momento?

Maura: – Presione su deseo para asegurarme que su orgullo no la hiciera irse y función- . Porque lo harías?, no te gusta lo que ves?. Se estaba rebajando y sentía su conflicto. Me ofreció su mano, la cual no desprecie, esto dejaba por zanjado la discusión -. La tome en mis brazos y suavemente la acerque a mí, hice que mi proximidad la pusiera nerviosa, su falta de control origino que me pisara en 2 oportunidades,

Se disculpo diciéndome que esto no le había pasado antes. Yo le decía que no importaba y comencé a conversar con ella y la induje a que me contara su vida, quería hacerla más vulnerable a mí. Lo demás fue fácil, se dejo llevar por lo que sentía, le dije para tomar aire por el campus, a lo cual respondió que sí, no tuve que hacer uso de mi poder.

La conduje a los salones superiores, los que habían sido clausurados, y con mi poder hice que no se diera cuenta de esto hasta que ya estábamos ahí.

Maura: Que hacemos aquí?, estamos fuera de la fiesta. Dijo haciendo ademan de regresarse.

Yo: Porque no miras por la ventana antes, te gustara?

Maura: – Regreso por curiosidad, que yo manipule -, Que veo?

Yo: A todas las personas que están abajo bailando divirtiéndose y que no observaran lo que hacemos aquí?

Maura: Y que se supone que hacemos?,. Dijo sarcástica..

Yo: Por lo pronto te quitaras la ropa, no elevaras la voz y lo harás al ritmo de la música que estoy poniendo desde mi celular – sentencie.

Maura: Estas soñando- pude hacer que todo pasara sin que se diera cuenta, pero quería hacer que sintiera lo que me hizo sentir -, No puede ser no controlo mi cuerpo estoy bailando y me estoy desvistiendo que me has hecho?

Yo: Nada, tú lo estás haciendo, y deberías calmarte, podrían verte si te acercas a la ventana, – y le di la orden que lo hiciera -.

Ya estaba en ropa interior solamente cuando se acerco a la ventana, le ordene que se retirara el sostén y que apoyara sus seños en la luna. Ahí se dio cuenta que estaba sin trusa, su confusión me permitió controlarla con mayor facilidad.

Le dije entonces, si lo que deseas es que te haga mía, levanta tu trasero y muéstrame tus partes intimas que deben estar chorreando. No podía negarse y lo hizo abrió sus labios mayores y pude ver su vagina y lo húmeda –chorreante -, que estaba, denotando su deseo y libido en éxtasis.

Hice que su clítoris se pusiera duro, hasta doler y que su deseo creciera, luego de un momento comenzó a gritar, métemela…maldito, hazlo de una vez…ya no puedo mas..No sé qué me pasa, pero la necesito adentro…hazlo…perro…!

Yo: Esa no es forma de pedir las cosas, zorra, si quieres que lo haga pedirás por favor y primero me darás una mamada increíble, logrando que eyacule, te tomaras todo, me limpiaras el pene y luego te penetraras tu misma con mi pene, pero no llegaras al orgasmo si no te doy permiso.

Maura: Ella estaba loca, se puso de rodillas y empezó una mamada de campeonato, – definitivamente la mujer tenía experiencia -, no le tomo mucho tiempo lograr que yo llegara. Succionaba mi pene, luego chupaba uno a unos mis testículos y volvía al pene, lo liberaba de su cubierta y succionaba la cabeza y se la metía hasta la garganta y yo sentía sus amígdalas, explote como no lo había hecho antes. Por un momento perdí el control sobre ella y trato de huir, me recompuse y la puse en vereda, por esa desobediencia, le cobraría adicional.

Ella se levanto y apoyo sus seños en la luna y levanto su cola, la penetre sin consideración, escuche desde su garganta un ahhh!!!!, impresionante, me quede un momento ahí, luego lo retire totalmente, pude sentir como su vagina trataba de evitar que saliera contrayéndose. Y volví a penetrarla de golpe, nuevamente su gemido, luego inicie un bombeo y ella estaba gimiendo y con su mano libre estaba que le daba guerra a su clítoris, me había olvidado que no podía llegar al orgasmo si no lo permitía yo, y eso la estaba poniendo como loca.

Retire mi pene, y la hice girar, puse su pierna izquierda en mi hombro, y la apoye en la ventana, lo cual me dejaba una vista impresionante de sus pechos, y no me hice esperar la volví a penetrar, en esta posición acaricie su clítoris y su seños , a ambos dedique buena parte de mi atención, ella decía, no aquí..Me pueden ver…no..No… Pero no podía retirarse ya que no se lo permitía, estaba gozando, tenía miedo, pero su deseo era mayor.

Ahora tu castigo, – saque un condón que tenía en mi bolsillo-, la hice apoyar sus seños nuevamente en la luna, separe su nalgas y escupí sobre su esfínter. No por ahí no, por favor, me va a doler, no podre sentarme, no lo hagas. Le ordene guardar silencio y su voz se apago. Saque mi pene, escupí sobre él y sin más intervalo, se lo clave en una en su esfínter, pude ver su rostro compungirse comencé a estimular su clítoris y le ordene que estuvieran súper sensibles, al poco tiempo estaba nuevamente jadeante, el solo tocar su clítoris generaba un gemido intenso. Empecé a bombear sobre su año, lo apretado que estaba fue una sensación increíble, y como alternaba eso con su clítoris y con sus pezones, la tenía casi sin fuerzas, ya no peleaba se dejaba penetrar libremente. Introduje 2 dedos por su vagina y su agitación se incremento, pero igual no reaccionaba, solo se dejaba hacer todo.

Estábamos en el gimnasio así que la lleve a la altura del taburete el cual había jalado a la altura de las argollas de gimnasia, le ordene que se echara de espaldas en ella, su pie derecho lo amarre con una cuerda y esta la pase por la argolla lo cual tense, su flexibilidad era increíble, sus piernas hacían un casi perfecto 180 grados, y su vagina estaba a mi alcance, pude olerla y era increíble, pude besarla, succionarla, ella estaba como loca , gemía, mientras succionaba su clítoris introduce 4 dedos en su vagina, se tenso y solo movía su cabeza de lado a lado.

Ya estaba listo nuevamente y decidí que dejaría toda mi carga en ella. Pase una cuerda más delgada que encontré por las argollas y amarre cada una de ellas en sus pezones, y comencé a penetrarla, cuando su gemido se hacía más continuo tiraba de uno u otro de ellos, ella emitía un ay…y luego volvía, era una forma de controlar su deseo. Hice esto por buen tiempo, luego lo hice jalando ambas cuerdas de un solo golpe. Su gemido fue mayor, no era dolor, era por libido se había acostumbrado al dolor junto con la penetración.

Estaba bastante cansado, así que venía el recuerdo que quedaría y lo saque del bolsillo, había conseguido un piercing, que era como un imperdible, la diferencia era que al final tenía dos argollas que eran aseguradas por un pequeño candado. El segundo era como un imperdible, pero tenía un cable unido a una batería que tenía un sistema que emitía pulsos eléctricos en un espacio de tiempo.

Le envié un mensaje a su subconsciente para que no sintiera nada y calculando con calma, procedí a perforar su seno derecho, salió algo de sangre, muy poca y lo coloque con su respectivo candado. Al otro seno, le quite la posibilidad de que evitara que se lo pusiera, pero la deje sentir todo, claro con un volumen controlado para que no me dejara sordo.

Ya con ambos instrumentos en sus seños la desate y la aproxime a la ventana, pegue en ella unas ventosas que amarre a su imperdibles colocados en su senos, en otras palabras tendría que tirar de ellas para poder salir de la ventana que la exponía al campus. Solté mi control y trato de retroceder el dolor la hizo regresar a la ventana. Luego desconecte los mismos de los chupones  y les coloque unos pesos en su extremo, luego las solté, el dolor la hizo doblarse hacia adelante dejando nuevamente su vagina a mi vista y mi deseo.

No la hice esperar y la penetre, ella intento enderezarse, pero no podía por mucho tiempo así que me dejaba libre de penetrarla a mi voluntad, al final se rindió y me dejaba hacer ya no se quejaba solo se dejaba hacer, le envié una orden y eleve su libido al máximo, comenzó a gemir, recorría su cuerpo con mis manos y esto le generaba un placer que iba hasta su cerebro, estaba en el clima. Así que decidí que ya era hora y comencé a penetrarla y permitirle que pudiera gozarlo y llegar al orgasmo, y así fue; su respiración y su voz..se entrecortaba y finalmente llego a su orgamos y yo también llegue y la llene completamente y le ordene que ella me mantuviera dentro de ella hasta que mi pene se relajara, cuando esto ocurrió, le ordene que lo limpiara y me dijera como sabia mis jugos con sus jugos mezclados, un acido agradable fue su respuesta.

La solté de mi control y se derrumbo como una muñeca rota, estaba destrozada por los orgasmos que había tenido, por la posición, por la confusión, por todo. Era un mar de dudas su cabeza, lo único claro era que me deseaba, que había disfrutado nuestro encuentro y que ella lo había provocado. – Pequeño adicional mío para evitar problemas-,

Le deje una nota con mi numero, si deseaba repetirlo que me llamara..

Su llamada llegaría con una sorpresa…..continuara.